Yo fui liliputiense
pequeño, diminuto,
inexistente,
rodeado de altas torres
y desde allí arriba
me miraban con desidia.
Yo fui realmente bajito
tan diminuto
que el corazón me desbordaba
se me salía por boca
ahogándome todos los días
en esa extraña zozobra.
Yo desde la mina
miraba hacia arriba
a ver si veía a alguien
pues la luz de mi candela
apenas iluminaba,
que ciego estaba.
Y un buen día
deje de menguar
y comencé a crecer,
como una planta cuidada,
flotando como globo de helio
alejandome de la superficie.
Liliput ínsula ficticia
llena de pequeñas cosas
de grandes miedos y fobias
que según voy ascendiendo
veo con sumo espanto
que es el planeta tierra.
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