Y ahí están los que nos rondan, metidos en nuestras cabezas, fantasmas del
pasado, espectros del presente, ¿Cuántas decisiones hemos tomado junto a los
que habitan en nosotros?, ¿Cuántos errores o aciertos hemos cometido por no ser
nosotros mismos?
El sendero por el que recorremos nuestras vidas es estrecho realizado por
nuestros propios pasos, angosto cruza grandes montañas, enormes acantilados y
precipicios, sentimos el peligro y no miramos pero vemos, tenemos miedo de
caernos y los que nos acompañan imaginariamente no paran de darnos consejos –
pon el pie aquí, haz esto, no mires hacia abajo – y tú que eres el que estas en
riesgo, el que se puede caer, en vez de avanzar paras y te quedas bloqueado, no
te caes pero tampoco avanzas, ¡eres prisionero de tus fantasmas!
Las emociones circulan por autopistas infinitas, sin límite de velocidad y
ahí estamos echando el freno al amor, a oportunidades, dejando huellas profundas
en nuestro asfalto, deben notarse más nuestros errores, nuestros amores
fracasados, las oportunidades perdidas, las amistades olvidadas.
Y un buen día reunido dentro de ti con todos los que te acompañan decides
acercarte uno a uno a todos y dejar las cosas claras ¡y eres tú!, nadie te ha
acompañado durante tu dura travesía, nadie imaginario te ha dado nunca un
consejo, nadie te ha marcado el camino, el camino realizado al andar ha sido
decisión tuya, ¡no tienes a quien echarle la culpa de tus errores ni aciertos!,
solo existe lo que ves y eso ahonda tu herida porque las puñaladas te las has
dado tu, incluso las traperas, has sido tu peor enemigo y nada y mucho menos
nadie va a venir a salvarte, simplemente porque no existe.
Y en el palco lejano donde se ve la vida pasar están todos los tuyos, tus
fantasmas, tus miedos, tus aciertos, tus deidades pasándoselo en grande viendo
como les imploras presencia, como les echas la culpa de lo que te sale mal,
como les agradeces tus grandes y enormes éxitos que solo tú has conseguido,
resulta que lo bueno y lo malo siempre tiene una intervención de un asistente
imaginario y realmente ellos no han intervenido en nada, siempre has estado
solo.
Y ya a las puertas del fin de la obra de nuestra vida vemos el palco, las butacas,
el teatro vacío ya que hemos sido el único actor y espectador de nuestra
comedia, realmente los que nos importan están entre bastidores ayudándonos a
acabar la obra, se baja el telón y nos vamos con los nuestros a disfrutar de lo
que realmente importa que es vivir la vida, así de simple sin complicarnos
demasiado, no merece la pena.
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