La persiana estaba a medio camino, como una guillotina en su tortuoso rail hacia un cuello cualquiera, la luz entraba tenue por los números ojuelos que hay entre las lamas produciendo un efecto “láser” al chocar con el polvo en suspensión del pequeño salón, era como si cientos de cíclopes quisieran ver en el interior de ella, en el interior de la casa. Los cristales que daban a la autopista de circunvalación tenían un color grisáceo, la parte inferior tenía acumulación de polvo y casi que no dejaba ver nada desde dentro, cristales sucios, vistas de mierda, ni las vibraciones producidas por el tráfico eran capaces de mover tanta opacidad, tanta gente desplazándose alrededor de un vacío, de una nada.
“Zumm zummm zummm…”, cantinela triste producida por un
lejano caucho que acaricia el asfalto y que solo produce desgaste y dolor,
parece mentira que ante el sagrado silencio esta maldita melodía lo inunde todo,
es un murmullo lejano, casi imperceptible pero al mismo tiempo parecen los
lamentos de los que fallecen cuando marchan al Valhalla después de una larga
lucha en vida. Es un cántico a la muerte, repetitivo, constante, como una
oración recitada por cientos de almas, que retumba por toda la casa y que en el
pasillo se hace mágica…
Papel pintado con flores estridentes, recuerdo
distorsionado de infancia feliz, padre jugando con una hermosa niña, sensación
de felicidad absoluta, olor a verde, libertad. Pero las esquinas, el friso con
el techo están sucias del mismo color de la ventana, incluso hay partes
despegadas, mugrientas…
Mesa puesta sin nada que comer, tan solo el maldito polvo
gris que todo lo inunda cubriendo los platos de mugre, botella medio vacía,
ondas en su interior, la alegría de no ser bebida, la tristeza de no ser amada,
la amargura de no ser correspondida, de ser humillada y como crustáceo
encerrarse en su caparazón, sola…
Puerta del pasillo entreabierta, zapato de tacón a su
vera, inclinado, dormido, esperando ser recogido y llevado con su pareja, pero
esto no va a suceder nunca, nada importa a nada, nadie importa a nadie ya nada
tiene sentido…
Y allí en el pasillo se encuentra ella, tumbada boca
abajo, en su pie derecho no hay zapato pero esta rígido como si lo tuviera, de
un color gris desagradable, los pantalones la camisa con textura fantasmagórica
y la cara de boca abierta mira hacia la cocina, hacia una bolsa de
supermercado, triste visión para un final en soledad…
Y el bombín de la puerta salta y entra un policía que ve
a María sola, allí tirada y muerta, acabó con su sentencia dictada a morir en
soledad, esa mujer deslumbrante, esa gran persona, que un buen día se encerró
en su concha, cayó en su propia trampa.
María que nadie te echó en falta, María la de la bella
mirada, que murió un buen día como si no pasase nada…
Y los espíritus cuando recogen tu cuerpo dejan de repente
de cantar, la autopista ha sido cerrada, cerrada por un accidente mortal…