Dormitaba en una gran habitación, a mi espalda otra persona compartía
mi cama, su brazo se apoyaba sobre mi pierna, en su muñeca un gran reloj negro digital
destacaba sobre nuestras pieles blancas.
Hablaba yo con varias personas que estaban frente a mí, tres
de pie y uno más en una cama paralela a la mía, la conversación era animada y
sonaba de fondo el “Dies irae”, uno de ellos comentó:
-Esa canción es de Juan Carlos Calderón- dijo mientras daba
una calada a un cigarrillo, su barba desaliñada me recordaba a Jaime Altozano,
aunque no estaba seguro pues había muchas sombras
-Es el “Dies Irae”, la melodía de la muerte, “Día
de la ira, aquel día en que el mundo se deshará en cenizas”- un denso humo de su boca ocultó su cara y el sentido de sus palabras.
-Sí, es del lp “Juan Carlos Calderón y su taller de música”-
contestó el otro vestido con estrambóticos pantalones mientras balanceaba las
caderas.
Entonces me reincorporé levemente y le contesté:
-Ya, pero Juan Carlos está muerto – de repente todos se
quedaron quietos, extrañados y a la vez sorprendidos.
-Sí, estoy muerto, pero ya nada importa, no se lo toméis a
mal- dijo la persona que estaba a mi espalda.
No me atrevía a mirarle, no dijo nada más, notaba su pausada respiración,
Juan Carlos yacía a mi vera, fuera de mi ángulo de visión, cómodamente vivo y a
la vez tranquilamente muerto, mi piel carne de gallina al oírle susurrar:
Nueve fotos sobre fondo negro,
azul te envuelve las campanas,
apoyado sobre extraño instrumento,
evocando a la puerta del otro mundo,
zona de penumbra
rodeado de plantas muertas,
para finalmente firmar mi sentencia…
aamen, aamen, aamen, aamen, aamen, aamen