domingo, 29 de marzo de 2020

DOMINGO INFINITO

Chronos - Christophe Vacher



Tiempo varado en un domingo cualquiera,
día eterno y tedioso,
horas, meses, años y días
absurdo invento del hombre,
son implacables el sol y la luna
único péndulo que existe,
dejemos de poner reglas absurdas
pues su velocidad es constante,
paremos de ponerle nombre al tiempo
olvidemos sus absurdos apellidos
pues Chronos nos sigue esperando
con sus brazos abiertos,
¿no os dais cuenta de la gran mentira?,
hoy avanzáis el tiempo
como si se pudiera adelantar
su ritmo imparable
sensación de no movimiento,
por eso ahora mismo es domingo
mañana también será domingo
y tal vez todo siempre sea domingo
porque el tiempo no lo marca nadie
y menos el ridículo hombre
ironías de los dioses antiguos
ahora el tiempo lo marca un virus,
espero que pronto venga mi amado lunes.

miércoles, 18 de marzo de 2020

PAPEL HIGIÉNICO

@ferranMartín




Y tiro del rollo, sentando y pensando
en lo que pudo haber sido y no será,
que ya por no haber, ni ganas,
pues nos hemos vuelto locos,
acaparamos papel de cagar,
no entiendo el motivo
y no paro de reflexionar
pues aquí sentado en el váter
no evacuo na de na,
menos mal que el fin del mundo
me ha pillado acompañado
de cientos de rollos de papel higiénico
que me protegen y me aíslan,
que me quieren y me comprenden,
pues yo no me los paso por el culo
no los enmarronaré jamás
y ellos en piadosa recompensa
en un acto sobrehumano
de papel de doble capa,
de papel de calidad,
se reúnen a mi lado
me miran blancos e impolutos
y me han empezado a hablar….





martes, 17 de marzo de 2020

DESTIERRO




Miro por la ventana como el tiempo pasa
pero realmente no pasa nada
porque la calle está vacía de gente
todo está quieto e inmóvil.

Duermo hasta tarde pues así creo
que las horas son más livianas
que todo pasa más rápido,
que todo ha sido un sueño.

Somos pequeños Napoleón
confinados en una isla volcánica
destierro involuntario
a la espera que todo pase
si es que algo ha de pasar.

Y continúo mirando al más allá
y es como un óleo en un lienzo,
lo miro con pausa, con detenimiento
y siempre veo algo nuevo.

Que un ente liviano e invisible
no medusa ni ningún dios,
no una guerra sangrienta,
nos ha parado los pies.

Y oigo a los ruines políticos
tocar la dulce flauta de Hamelin
para que el pobre ciudadano
siga dormido e hipnotizado
en el mundo de su nefasta gestión.

Y veo la caja tonta
llena de loros de repetición
que poco saben y nada dicen
desinformándonos de lo que realmente pasa.

Por eso sigo mirando por mi ventana
regando mis bellas flores inertes,
echando raíces como una planta
y a la vez lucho, me he de mover.

Queremos salir de Santa Elena,
redimir nuestros pecados,
volver a empezar de nuevo,
pasar de vil emperador
a simples y buenos ciudadanos.

domingo, 15 de marzo de 2020

SOBRE PANGOLINES, SERPIENTES Y MURCIÉLAGOS

Kim Byunkwan - Sin halo



Nos deslumbra con mortecino halo,
círculo luminoso que representa su gran divinidad
y la debilidad de un ser que en los momentos oscuros
cuando está en soledad y desamparado, espera en la oscuridad.

Principio que siempre llega,
venganza brutal de un ente sin nombre
mancillado de nuevo por la plaga que todo destruye,
decide jugar al mismo juego, haciendo las mismas trampas.

Y no manda a sus monstruos, ni a sus peores criaturas,
evita usar otras especies con sed de venganza,
no abre las puertas del infierno, ni nos muestra sus pesadillas,
tan solo aguarda con sus ojos brillantes y su cínica sonrisa.

Y es el propio humano que en su locura sin límites
traspasa las fronteras de lo razonable y comienza a delirar
comiéndose a otros seres, hijos de la noche y el silencio,
mensajeros de otra dimensión, transeúntes entre dos mundos.

Y entra en el cuerpo el alma de la noche,
inocua para la víctima, mortal para el asesino,
cazador cazado que comienza a morir lentamente, 
pues la bruma es lenta en irse,
niebla, antesala de una posible muerte.

La pandemia, una sinrazón cíclica,
círculo vicioso, ocho eterno,
una lucha constante de supervivencia
del ser humano contra  el virus de su propia especie.




domingo, 8 de marzo de 2020

INIS MONAS - EL FIN DE LOS DRUIDAS

Romanos asesinan a los Druidas y queman sus bosques sagrados



El gran Druida observa horrorizado
el gran error del consejo de sabios,
enfrentarse a los nuevos tiempos,
las centurias romanas han entrado en la isla,
sin contemplaciones, arrasando con todo,
a los lejos arde toda la tierra sagrada
siglos de sabiduría, árboles milenarios,
todo se acaba, hasta el poder más sagrado,
mancillado por seres del oscuro averno, el hombre.

El gran bosque de los tejos
infranqueable, puerta al otro mundo,
centro de sabiduría,
allá donde vivían los hombres y mujeres sabios,
ya no existe ha sido quemado salvajemente
cientos de picas con cabezas en lo alto
todos han de saber su horrible final.

Grandes piedras memoriales de otros tiempos,
templos sagrados realizados por gigantes,
hechos por los primeros hombres,
todo ruina y miseria,
centurias romanas
disciplinadas y organizadas
destruyen los símbolos druidas,
sistemáticamente, sin piedad.

El hombre, la gran plaga,
su poder la fuerza,
su fuerza el ejército,
su magia, una organización perfecta,
su estrategia acabar con lo desconocido,
con sus propios miedos.

El gran Druida reza agarrado a su bastón
desde el gran templo al lado del tejo milenario
en las alturas del monte sagrado Caergybi,
observando como las centurias romanas
matan y queman todo a su alrededor,
con crueldad, sin miramientos,
es el fin del mundo antiguo,
paradojas del destino,
el suicidio de los dioses protectores.

Un grupo de legionarios le sujetan con fuerza
mientras cientos de soldados
destruyen como locos el gran árbol sagrado,
finalmente, es ejecutado,
por un centurión cualquiera,
con su gran espada
le separa la cabeza del cuerpo
colocando la cabeza en la mas alta pica.

Gnaeus Iulius Agricola
recibió las buenas noticias
Inis monas había sido arrasado,
nadie cuestiona el imperio,
fin de una milenaria tradición,
inicio de una nueva era,
de una milenaria civilización.






domingo, 1 de marzo de 2020

CORONAVIRUS

Ellie and Joel Fanart - The last of us


Todo empezó de una manera tonta y banal, había aparecido de la nada un misterioso virus en la cerrada y oculta China, al principio se veía como algo lejano y extraño, para eso teníamos la televisión, para crear contenidos escabrosos y meternos miedo. Estábamos convirtiendo una gripe en la peste negra.

Comenzó con una reseña en las noticias y acabó ocupando el ochenta por ciento de las mismas, en las imágenes podíamos ver ciudades inmensas sin alma, vacías, con hombres enfundados en trajes de plásticos fumigando como se hacía antaño con las vides, pero ahora ya no se fertilizaba si no que se desinfectaba al oscuro y  estéril asfalto, a los insípidos edificios modernos y a los automóviles como si fuera un lavado a presión, al principio llamaba la atención por la exageración, pero ya se sabe las gracias si se repiten muchas veces dejan de serlas.

Al mes, solo se veían imágenes de mapas, que si veinte infectados por aquí, que sí un infectado en un hotel y encerraban a mil personas, que si un enfermo en el hospital de no se donde no había tenido contacto con población de riesgo y que estaba grave, resumiendo, de una población mundial de miles de millones habían muerto dos mil, eso creo o eso nos decían, una ínfima parte. En definitiva, el miedo a la muerte estaba caldeando el ambiente.

Y claro empezó el desabastecimiento, un día no había pimientos, al otro no había un repuesto para la lavadora y poco a poco empezó la escasez  total, el civismo y la educación comenzó lentamente a desaparecer,  en un supermercado un señor había dado una paliza a una señora por coger unas simples bolsas de garbanzos, en otro sitio habían robado a punta de pistola mascarillas, cientos de noticias escabrosas e incomprensibles, había tensión en las calles, constantemente y a diario sonaban las sirenas, si no de la policía, de los bomberos, de las ambulancias, se estaba desatando la locura…

Y comenzó el apocalipsis, cada vez más gente acudía a los hospitales y a los centros médicos, en las urgencias empezaba a haber tumultos, el ejército tuvo que desplegarse por muchos sitios para evitar incidentes y un buen día en una ciudad lejana hubo graves disturbios y todo empezó a desmoronarse como un castillo de naipes, era una lucha de todos contra todos, la más cruel que podamos imaginar, la lucha por la simple supervivencia.

Y allí me encontraba yo con mi mujer y mis hijas en la azotea de mi edificio dentro del cuarto de máquinas del ascensor observando por lo agujeros de ventilación si había movimientos de gentes por la calle, personas generalmente dedicadas al pillaje y a hacer atrocidades pues no había ley ni orden.

¿Qué iba a ser de nosotros?, no nos quedaba comida, el vecino de abajo se resistió, le entraron en casa y lo mataron junto a su mujer y a sus tres niños. Había que tomar una decisión, pero, ¿qué hacer?, ¿a dónde ir?, éramos una familia de ciudad, hoy nos habíamos comido el último puñado de arroz, estábamos delgados, sucios y no con muchas fuerzas, salir a la aventura sin saber que hacer era la única salida, quedarse en definitiva era una muerte segura.

Y salimos sin nada, con lo puesto, por una ciudad irreconocible, edificios quemados, automóviles volcados, pasábamos por delante de otros grupos, unos más grandes, otros más pequeños, nos mirábamos todos con desconfianza, algunos nos observaban, pero era evidente que no llevábamos nada así que no nos molestaban, andamos todo el día y al anochecer pudimos dormir en un coche grande abandonado a su suerte en las afueras de la ciudad, a la mañana siguiente mi mujer tenía fiebre muy alta y al tercer día falleció, la llevamos al arcén y allí la enterramos lo mejor que pudimos, continuamos andando perdidos hacia ninguna parte, nos cruzamos con un enorme grupo  y una señora al ver nuestra situación nos dio un mendrugo de pan que se comieron mis hijas en un segundo.

Dos días mas tarde mientras dormíamos en un páramo al descubierto, oí un grito, era una de mis hijas, me levanté del suelo, la noche era oscura, solo podíamos oír sus lamentos y como lloraba, mi otra hija y yo comenzamos a llamarla, no podíamos ir a ningún sitio pues no se veía nada, la situación era dantesca, no sabíamos que hacer y hacia donde dirigirnos, así estuvimos un tiempo hasta que dejamos de oírla, nunca mas la vimos y no supimos que fue de ella, estuvimos todo el día siguiente buscándola infructuosamente.

Solo quedábamos dos, el hambre nos mortificaba, seguimos andando hasta que llegamos a un pueblo abandonado y arrasado, en un patio de una casa había un naranjo, cogimos las dos últimas naranjas y nos la comimos como si fuera un manjar, del caos de una de las casas conseguimos algo de ropa y continuamos andando, las ciudades y pueblos eran peligrosos, la gente cada vez era más violenta, se estaban convirtiendo en bestias, lo vimos a lo lejos en varias ocasiones como la gente sin más acababa enfrentándose hasta la muerte sin un porqué claro.

Al día siguiente encontramos una casa en medio del campo en bastante buen estado, mi hija estaba cansada y se acostó en un colchón en el suelo, yo fui a investigar y a buscar algo que comer, había unos matojos altos, entré y en un momento dado perdí pie y caí golpeándome quedando inconsciente, no se cuanto tiempo estuve allí en esa acequia honda y oscura, cuando desperté  estaba amaneciendo, corrí hacia la casa y el colchón estaba vacío mi hija no estaba por ningún lado, grité su nombre hasta que me quedé afónico, busqué y busqué, finalmente las piernas me fallaron y agotado quedé tirado en el suelo mirando al cielo.

Sin fuerzas para mucho más, incapaz de haber mantenido a mi familia a salvo, cerré los ojos y me dejé ir, no se puede luchar contra los miedos del hombre, contra el coronavirus sí.  



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