Daron Mouradian - pesca |
martes, 31 de diciembre de 2019
VENTE A 2020
sábado, 28 de diciembre de 2019
TRISTE TURISTA
Turistas perdidos en si mismos |
Huimos de todo, de nosotros mismos,
ganado aéreo se queda sin pastos
manadas de zombis en busca de nada
pues lo que quieren realmente no existe.
Masas oriundas de ningún otro sitio,
estampida humana, sedición de gente foránea
que entra a tropel en las grandes urbes
y las convierte en tristes parques temáticos,
visitan monumentos como el que va en metro,
no guardan las costumbres ni el respeto,
echando a sus habitantes genuinos,
creando grandes escenarios,
sin sus desaparecidos vecinos,
las calles sin realmente transeúntes,
lleno de gente tirando de maletas,
usando las aceras como sillas,
comiendo tristes bocadillos,
como si fueran pobres.
Ya no hay vecinos y el cáncer se extiende
y las tiendas de antaño que daban vida al barrio
también desaparecen, se esfuman,
ya no hay tenderos, ni ferreteros
los establecimientos de mi infancia,
solo hay franquicias que todo lo pueden,
es igual comer en Sevilla que en Nueva York,
indiferente comprarte unos zapatos en Lisboa o Paris,
todo es lo mismo en diferentes lugares,
huimos sin saberlo a nuestra propia casa.
Buscamos comer lo de siempre, lo de nuestro país,
cuando teóricamente hemos ido a conocer otra gente
absurdo al cuadrado, la superficialidad al máximo exponente,
por el estómago conoceréis que piensan otros,
pero realmente no quieren saber, solo huyen,
buscan a miles de kilómetros lo que comen a diario.
El turismo, la dulce muerte de lo auténtico,
la peste social que todo destruye,
que convierte al autóctono en un avaro
pues la manada trae dinero que todo lo pudre
y el que tiene un piso echa a su inquilino,
ese que vivía y daba vida al barrio,
que compraba al ferretero, al tendero,
al del restaurante, a los genuinos.
El propietario en afán de sacar dinero
alquila el piso por días
pues al ilustre turista le cobra el doble
y a éste le importa un bledo
pues mañana estará en su casa,
y el nativo que se aguante
él ya ha pagado su impuesto
por ir al medio del desierto
pues realmente nadie de allí había
tan solo la miseria de distorsionar los precios.
Ahora solo quedan pisos pateras,
llenos de turistas inquietos,
de inmigrantes legales como el oro,
ahora solo hay locales vacíos,
chinos que se buscan la vida,
esclavos franquiciados,
tienda de souvenirs sin gracia,
hamburguesas, pizzas y paellas congeladas.
Y al final el autóctono vive en la periferia
convirtiéndose sin quererlo en lo genuino,
ya la gente no va al centro,
representación cutre de sus recuerdos.
Hasta que llegue un día que la marabunta se dé cuenta
y entonces comiencen a visitar el extrarradio
los polígonos, los pueblos feos,
y entonces el autóctono y lo genuino desaparezca
y todos seamos abducidos,
todos seamos tristes turistas.
AMÉN
domingo, 22 de diciembre de 2019
FELIZ YULE, FELIZ NAVIDAD
domingo, 15 de diciembre de 2019
NO LEER NADA
San Marcos y el ojo - Artur Wolfordt |
domingo, 8 de diciembre de 2019
ENVENENADO AZUCARILLO
Ríete tonto - Jacob Cornelisz |
domingo, 1 de diciembre de 2019
PLATOS ROTOS
domingo, 24 de noviembre de 2019
FIEBRES DE OTOÑO
Leonora Carrintong - Angels |
domingo, 17 de noviembre de 2019
VIRGEN PAPEL
Ralph Steadman - Sigmund Freud |
domingo, 10 de noviembre de 2019
APOCALIPSIS PERSONAL
Y el quinto Ángel tocó la trompeta: y vi una estrella caer del cielo sobre la tierra, y a él se le dio la llave del pozo sin fondo (Apoc: 9 - V: 1-11) - en el Beatus de Facunda |
sonido suave y bello, cálido y frío,
domingo, 3 de noviembre de 2019
LA CASA DE LAS SIRENAS
la casa de las Sirenas - Sevilla |
¡Era tan
divertido Hallowen!, disfrazarse de muerto, esqueleto, vampiro, decorar la casa
con telas de araña, cabezas cortadas, sangre en las paredes, vestir a tu
adorable niña de bruja, de difunto, todo era genial, banal, absurdo, incluso
antes de salir todos rieron mientras cantaron extraños conjuros sin ningún
sentido de un viejo libro comprado en el mercadillo de la calle Feria.
Toda la
familia marchó por las estrechas calles del centro de Sevilla a celebrar tan
curioso día, se sentaron en una terraza en la Alameda de Hércules y dejaron a
los niños Juliancito disfrazado de demonio, Susanita de Bruja y Pedrito de
muerto viviente correr por el milenario parque, antaño lúgubre pantano robado
al mayestático Guadalquivir.
Hércules y
Julio Cesar observaban impávidos desde lo alto de sus columnas como el sol
descendía tras los edificios, era el naranja atardecer, el negro de aguas estancadas,
mientras los niños ajenos a todo drama corrían entre la terraza y
los columpios, jugando en el castillo infantil, subiendo y bajando, trepando
por las cuerdas, todo era reír y reír, por fin pararon las tres criaturas
sudorosas, exhaustas, marchando de nuevo a la carrera hacia unos bancos de
piedra, mientras, sus padres alegremente bebían disfrazados, banalizando y
ridiculizando a las criaturas del mal.
Estaba
Susanita hablando sobre los sabores de las gominolas de fresa cuando observó
que enfrente de donde se encontraban había una antigua gran casa, en el centro
una enorme puerta de hierro y a ambos lados dos enormes estatuas de un metal
verdoso, eran unas bellas señoras con el torso desnudo, una tenía
los brazos en alto y miraba hacia el cielo y la otra tenía los brazos hacia
adelante en paralelo con las palmas hacia arriba, ambas estatuas por detrás
tenían como un lomo y al final una larga cola enroscada que acababa en aleta.
- ¿Y si montamos a caballito de esos peces con forma de señora que están en la
puerta esa tan grande? - dijo Susanita saltando desde el banco de piedra y
empezando a correr hacia la gran casa.
Pedrito se quedó mirando al enrejado, no veía por ningún lado esas señoras, tan
solo detrás de la reja vio a una extraña mujer y a un niño que miraban
fijamente a Susanita correr con gracia hacia ellos.
- ¡Susi, no vayas, son malos! – dijo sin saber muy bien el porqué de esa
advertencia, entonces, Juanito se puso en pie sobre el banco de piedra, algo le
impulsaba a hacerlo, levantó los brazos y comenzó a decir en voz baja cosas en
un idioma extraño que Pedrito no entendía, repitiendo lo mismo una y otra vez,
en voz muy bajita, le miró de nuevo a la cara y los ojos de Juanito
estaban en blanco mientras comenzaba a orinarse encima, a Pedrito le entró
mucho miedo y salió corriendo hacia la terraza en busca de sus padres.
Susanita corría entre las personas que atestaban la plaza y vio que ahora las
dos sirenas tenían los dos brazos medio abiertos como para recibirla en un
cálido abrazo, sus colas ahora estaban más altas, tiesas, moría por abrazarse a
ellas, sentía su calor de madres divinas, “hija del agua ven a nos” oía dentro
de su cabeza, sentía un impulso irresistible hacia ellas.
Pedrito
mientras tanto corría despavorido, volvió a girar la cara y mirar a Juanito que
se encontraba en el mismo sitio con los brazos extendidos, le pareció incluso
que los pies de su amigo no tocaban el banco y al fondo observo que
su querida amiga Susi llegaba corriendo a la casa, paró y la mujer le
abrió la gran cancela, Pedro volvió la cara y siguió corriendo despavorido
¡mamá!, ¡mamá!, ¡tengo miedo!, entonces la madre de Susana instintivamente sin
saber por qué se levantó bruscamente de la mesa y lo vio todo perfectamente.
Su hija corría hacia la casa de las Sirenas muy deprisa, pasó las protecciones
de piedra de la calzada y un taxi se la llevó por delante… hubo gritos en la
plaza y la gente comenzó a dirigirse hacia la niña, unos policías de la
comisaría cercana comenzaron a correr hacia la zona, los padres de Pedro
abrazaron a un niño histérico que no paraba de llorar, los padres de Juan en
unos segundos que les parecieron siglos encontraron a Juan inconsciente encima
del banco y los padres de Susana lloraron desconsoladamente la muerte de su
pequeña hija cerca de los hierros de la gran mansión…
Perséfone,
guardiana y sacerdotisa mayor de las puertas del otro mundo, cogió a su infante
de una mano y a Susana de la otra, miraron los tres a través del herraje de la
puerta observando una vacía Alameda, allí estaba la madre y el padre
de Susana llorando desconsoladamente ante un pequeño nicho, rodeados de la fría
niebla de un gran pantanal, detrás de ellos el gran río…
-Dile algo a tus padres Susana, tenemos que entrar en casa, las diosas del agua
nos reclaman.
-Mamá, los viejos dioses oyeron vuestros cánticos y aceptan mi sacrificio en
honor a ellos y a su reino del manantial sagrado, me convertiré en ninfa y
velaré por recuperar las posesiones robadas a las bravas aguas que nacían en
este lugar.
Y entraron
en la casa despacio, sin ruidos, mientras un vigilante dormía en la entrada
ajeno al paso de una diosa menor.
MORALEJA
No
banalicéis sobre el lado oscuro del hombre, no juguéis a entrar en el
inframundo, no invoquéis a fuerzas oscuras y desconocidas pues estas duermen
muy tranquilas en su morada y el precio por invocarlas es trágico e infinito y
la deuda a pagar será la carne de vuestra carne, el más grande de los
sacrificios que unos padres pueden hacer.
Susana es ahora la nueva sirena de las puertas del extraño reino del
Guadalquivir, tierra de diosas y misterios.
viernes, 1 de noviembre de 2019
LA MUJER LIBRE
domingo, 27 de octubre de 2019
UNA HORA MENOS
Chronos esperando en el cementerio |
domingo, 20 de octubre de 2019
ZANAHORIA
Mark Ryden - Nacimiento |
domingo, 13 de octubre de 2019
LA FAMILIA - LOS PADRES BUENOS
Kmberggren |
UNA NUEVA MUJER
Christian Schloe - Alas de mujer |