domingo, 25 de abril de 2021

EL TUERTO DE AMEIXAL

 

XIPE TOPEC


LA TRISTE HISTORIA DE ARMUNDO PIEDRA

 

Erikas Perl - xipe totec

Soñar es el morir en vida, pues es el momento donde perdemos contacto con la realidad y nos adentramos en nuestro subconsciente, perdiendo el control real de nuestros actos y convirtiéndonos en títeres de nuestros miedos y obsesiones.

Armundo Piedra era un carretero fornido en los caminos de la vida y los senderos hechos por el hombre, su carro tirado por cuatro bueyes llevaba suministros varios a las comunidades religiosas periféricas de la gran metrópoli.

Su ruta más incómoda era la que tenía que realizar dos veces al año al convento de la Natividad en la pequeña ciudad de Tepoztlán, siempre desde que era niño y realizaba la ruta, tenía que hacer noche cerca de su destino, siempre acampaba en una extraña explanada, rodeada de montículos situados de formas no casuales y muy cerca de una gran pared de piedra donde en su cima, por un tortuoso camino, se llegaba a una antigua y misteriosa construcción según decían las gentes del lugar.

Su madre una española recia y hermosa siempre le suplicaba a su padre y a él que tuvieran cuidado por esos caminos plagados de misterios, leyendas y de gente con necesidades, muchos de ellos tirados al mal vivir, al robo, los caminos de México muchas veces eran muy peligrosos y oscuros. Su padre se definía como un genuino Tolteca, hijo de bravos guerreros que tras perder sus dominios vagaban como almas en pena por todos y ningún lugar, el orgullo y la pena siempre estaban impresos en su cara de duras facciones.

Primero siempre las bestias, después de desatar a los bueyes y darles algo de comida, Armundo colocó un burdo machete en su cinto y marchó a buscar leña, allá a lo lejos divisó un montículo algo más grande que el resto de donde sobresalía un buen arbusto que calentaría su comida y sus sueños. Al llegar a la cima del montículo observó una gran planta de amaranto, quiso acercarse pero el terreno cedió y cayó metro y medio quedando de cara al montículo, se quitó el polvo levantó los ojos y allí estaba  la cabeza de piedra de una divinidad Zapoteca con un extraño capillo superior, estaba mirándole fijamente con un semblante serio, extraño, Armundo retrocedió arrastrándose presa del miedo, era Xipe Totec, su padre desde que tenía uso de razón le enseñó quien era quien en el mundo de sus antepasados, no se encontraba en un buen sitio…

Entonces escuchó una voz de una procedencia que no podía determinar

- ¿Qué quieres español?

- No soy español, soy descendiente de guerreros toltecas, tan solo quería unos maderos para hacer fuego y calentarme de la fría noche.

- Un español como tú tiró de lo alto de la montaña a nuestro dios y desde entonces aquí yace, dormido, en una pesadilla constante, esperándote, necesitamos vengar la afrenta porque tú no eres Tolteca, eres español.

-  No tengo yo la culpa que mi padre amase a una española, ella por amor a mi padre lo dejo todo y ha vivido como uno de los nuestros, yo soy un tolteca como el que más. No soy español, yo respeto las culturas antiguas.

- Necesitamos un sacrificio que se convertirá en una venganza, ya nadie viene por aquí, nadie viene a adorar al gran Dios, se está muriendo, ha perdido sus bellos colores, ha perdido su poder que le daba las alturas, ha perdido a sus acólitos que le cantaban e imbuían al pueblo en la grandeza de un Dios sediento de sacrificios y a la vez magnánimo.

- Ese Dios era nuestro, vosotros los zapotecas aniquilasteis a mi pueblo y os apropiasteis de nuestros dioses, dejasteis parte de su significado pues sabíais de su poder y le añadisteis ese lado oscuro y maligno de vuestra cultura, miedo, miedo y miedo para dominar a vuestro pueblo y a todos los pueblos de vuestro entorno, el poder de una élite bajo el imperio del terror y el pánico.

-solo existen nuestros dioses, que hicieron nuestro mundo y nos dieron la vida, tu dios español es un dios ridículo y débil, tus otros dioses eran los nuestros, por eso has de morir matando, eres fruto de dioses ridículos, de humanos cobardes, que temen a la muerte, has de cerrar el círculo y matar al que mandó profanar nuestro templo.    

Armundo se incorporó lentamente mientras observaba a su alrededor sin ver a nadie, solo las sombras del atardecer se movían siniestramente a su alrededor, sacó el machete y retrocedió hacia la planta de armiño, un fuerte golpe en la cabeza le dejó inconsciente.

Y vio un río de sangre y perros rabiosos que devoraban personas, un dolor inimaginable le acompañaba por su pesadilla, vio al Dios de su madre que a lo lejos miraba todo con indiferencia, vio el mal por todos los lados y esa angustia que le hacía llorar, vio la muerte de miles de personas, pasados por largas espadas y ese dolor que no cesaba en su cabeza y entonces abrió los ojos y notó como su piel se separaba de su cuerpo. Observó entre tinieblas como dos hombres engalanados con plumas en la cabeza y la piel pintada de vivos colores le estaban tocando a la altura del abdomen, el dolor era intenso y desagradable, Armundo medio consciente movió la mano, fácilmente se desprendió la cuerda que rodeaba su muñeca derecha, palpó la fría piedra, tocó un plato de frío jade y dentro de él se encontró una piedra de siles llena de un líquido denso, pringoso, sacando fuerzas sobrenaturales se incorporó y le clavó la afilada arma en el cuello del hombre de su derecha, el chorro de sangre lo salpicó todo de un rojo oscuro, fétido, el otro  sacerdote quedó petrificado al ver el liquido que salía como una catarata de su compañero, entonces Armundo de un golpe seco sacó el puñal con fuerza, el giro iba algo más elevado que con su primera víctima y la punta fue a parar al ojo derecho que saltó con fuerza del glóbulo, se soltó con unos dolores inimaginables la cuerda de su otra muñeca y se incorporó  presa del pánico, observó que su torso estaba en carne viva, ¡le habían quitado la piel!,  con el brazo izquierdo aguantó su propia epidermis que le colgaba, ¡le estaban desollando!, se soltó las piernas y comenzó a correr campo a través.

Armundo no quería morir, corrió llorando como un niño, a lo lejos hacia el este escuchaba aullidos de lobos, entonces recordó los cuentos de la vieja abuela, los dioses antiguos estaban comunicándose con él, querían guiarle para cruzar el río del inframundo, corrió retirando altos matojos que desgarraban su carne expuesta, en un momento dado de locura cayó al suelo y su torso quedó lleno de piedras  y tierra pegadas a la carne y a la sangre coagulada, recogió como pudo su piel y tras esquivar un árbol, quedó en medio de un gran camino, se agachó para respirar y entre terribles dolores enseguida supo que se encontraba en algún punto del Camino Real que tantas veces había recorrido, entonces a su espalda oyó un ruido, quien fuese estaba muy cerca y lentamente se dio la vuelta sobre sí mismo.

Entonces vio con toda claridad una milicia armada con sus picas y mosquetes, eran no más de 10 hombres, eran de las escasas patrullas que hacían rondas de vez en cuando o acompañaban a viajeros importantes y a su vera un soldado con un parche en el ojo izquierdo, este le miró con gran pánico mientras llevaba su mano al cinto.

 

LA HEROICA AZAÑA DE PEDRO DE VILLANUEVA

 


Pedro Villanueva alias “el tuerto de Ameixal” en referencia a la batalla que perdió su ojo, debía llevar al nuevo prior recién llegado de España tras años de una extraña y oscura  ausencia al convento de la Natividad, la comitiva estaba compuesta por el religioso montado en una burra, ocho milicianos nativos mal vestidos y peor armados, un criollo como jefe de tropa con viejo uniforme y armado y finalmente como oficial al mando D. Pedro, todos iban andando pues escasos eran los presupuestos y las bestias eran privilegios no para estos menesteres.

 

Estaba D. Pedro en absortos pensamientos maldiciendo el día en que le mandaron a estas inhóspitas y misteriosas tierras de ultramar, realmente perder el ojo en una batalla tan cruenta podría haber sido su final como hombre de armas y acabar en la mendicidad, pero el Conde de Medina, padre de un mando de su compañía intercedió por él mandándole como refuerzo a Nuevo México y aquí acabó imponiendo la ley y el orden de la Corona.

 Y allí estaba, en tierras de misterios y de leyendas, de culturas ancestrales que se perdían en los tiempos, de ritos y tradiciones extrañas, cruentas, harto ya de perseguir los pocos seguidores de los antiguos dioses, de escoltar a soberbios y estúpidos nobles, cargos del gobierno que apenas sabían la realidad de sus gentes, cansado de escoltar religiosos que se dedicaban a la buena vida, gordos ellos en un mundo de gente delgada y a veces famélica.

Oyó una voz de la tropa y se dio la vuelta, iba a comenzar a hablar, cuando sintió que muy cerca de él, a su espalda, algo había salido desde los matojos al lado del camino, el prior cayó de la burra y todos los soldados pusieron las picas en posición de defensa con las puntas afiladas como garras hacia él, se dio la vuelta y su ojo no dio crédito a lo que vio.

El mismo diablo estaba frente a él, rojo, ensangrentado, jadeando, agarrando en sus manos una piel seguro que, de algún sacrificio, entonces levantó una de sus manos y gritó, “no soy el diablo”, “soy de los vuestros”, Pedro entendió que el diablo había venido a confundirles y a llevárselos a todos, como aconteció con la patrulla de D. Pedro de Orellana que desapareció por estas tierras hacia ya años y de los que nunca se volvió a saber.

Con gran pánico llevó su mano al cinto y sacó rápidamente su espada, pues al diablo había que matarlo a hierro,  la punta le entró por debajo de corazón y entonces el ser dejó caer la piel de sus manos, cayó al suelo y quedó colgando por el abdomen, ¡era la propia piel de ese ser!, era un hombre desollado, entonces al darse cuenta y mientras caía le cogió por la cabeza y le apoyó en el suelo, le miró fijamente y sintió todo su dolor, sintió su misión divina, muriendo en segundos ahogado en su propia sangre.

Dos soldados tiraron su cuerpo del malogrado Armundo Piedra por un pequeño barranco y D. Pedro juró que cuando llegase a Veracruz dentro de unos meses partiría de nuevo a su tierra, estaba harto de no distinguir entre el bien y el mal, cansado de luchar  contra demonios y fantasmas, de haber matado al mismo diablo y sentirse un poco como él, cansado de servir a su Rey, por el había sacrificado un ojo, hastiado de recibir órdenes de inútiles, en su interior la ira comenzó a ser incontrolable, quería entender a esa gente de ojos negros y baja estatura, quería ayudar a esos pueblos desplazados que pasaban hambre y miseria y allí frente a él vio de nuevo al mismo demonio, se acercó lleno de ira y sin mediar ni una sola palabra le atravesó la garganta, cayendo desplomado de su montura, acababa de matar al prior, el resto de la tropa huyó despavorida.

La afrenta de la destrucción del templo de Xipe Totec había concluido, “el tuerto de Ameixal” se santiguó y con su afilado cuchillo se cortó la yugular, mirando hacia el antiguo templo, se había entregado a los dioses verdaderos, su sangre traería buenas cosechas a la comarca…

Había matado a dos demonios de dos mundos diferentes… su sacrificio de gran soldado no sería olvidado por Xipe Topec en su descenso hacia Xilbalbá, los señores del oscuro reino le ayudarían a un sufrimiento digno de un héroe.


Jorge Qetzca - Mictlantecuhtl


https://www.youtube.com/watch?v=AFgk5Px65Zk



lunes, 12 de abril de 2021

AMO TUS SILENCIOS

 

Malcolm Liepke - en tus brazos

Amo tus silencios, tus espacios abiertos,

las pausas en tus conversas, dicen tanto,

como envuelves tus palabras, finamente,

en un hermoso papel de regalo,

tu callada maravillosa respuesta.

 

Y esa voz que tanto me excita y me pierde,

que penetra dulcemente por mis sentidos,

ese tono de voz que me acuna,

me adormece y me encandila suavemente,

dulce nana, sin cadencia, sin melodía.

 

Callaros, habla la reina de la prosa,

abre su inmensa boca donde me refugio,

minúscula apertura, calidez, humedad,

donde pierdo mi alma, donde sueño tu voz,

sin cuerpo, sin prejuicios, sin tal vez, existir.

 

Por eso cántame, cuéntame, mímame,

necesito volar sobre tus bellas letras,

enredarme en tu pura entonación,

adormecerme en tus amadas pausas,

quiero sin más estar siempre acompañado

de tus maravillosos silencios…

 

sábado, 10 de abril de 2021

LA CASA DE NUESTROS PADRES

pasillo vacío - El replicante bueno

 

Impertérrito al final del pasillo

camino corto de mis bellos recuerdos,

mis sentimientos recorren mi casa

un manantial el dolor que llevo dentro

y es ahora que estoy aquí solo

que mis saladas lágrimas desahogan.

 

Es un río de rabia, de amor desbocado,

es su casa llena de todos nosotros,

mis primeros pasos, sus caricias, son ellos,

mis hermanos, mamá, el olor a comida,

la tele sonando, tonos en gris neblina,

mi padre llegando, su sonrisa, mi alma.

 

He llorado tanto que el agua se estanca

todo se ha esfumado, no queda nada,

el cruel vacío lo impregna todo,

suelo, puertas y blancas paredes

y aquí estoy solo, recordando lo vivido.

 

Por fin quiero abrir las compuertas del alma

pues nada es cierto, son crueles mentiras

y lleno la casa de mis padres de nuestras vidas

nada ha pasado, nadie se ha ido

todo sigue igual muy dentro de mí

y cierro la puerta de esta bella casa

que son mis maravillosos recuerdos…

Se me viene la casa encima - Sainer & Bezt


domingo, 4 de abril de 2021

EL AFILADOR

 


Muchos son los silencios que nos perturban,

los que poco hablan, los que nada dicen,

y temo por oírlo, pues no me engaña,

vivir sin saber de su corta ausencia

ha sido nuestro cruel error y allí ha estado

siempre, ha permanecido a nuestro lado.

 

Ha pasado el tiempo, a veces despacio

pero no es real, caracol de carreras

y es en ese momento que suena algo

al principio un ruido muy lejano

inaudible, pero lo hemos oído

un cruel acúfeno, un sin sentido.

 

Es una dulcísima flauta de pan

sonando con su decadente melodía

calles sin gentes, totalmente vacías

preludio de un triste mensaje

del que pensaste que nunca oirías,

señores ha llegado el afilador.

 

Todos hemos escuchado su nombre

por eso al oírle la calle se vacía

le tenemos miedo, nos escondemos,

no queremos sus oscuros servicios

evitamos que se pare en casa,

pero le escuchamos como ha llegado.

 

Ha llamado a casa de un amigo

y en cruel silencio le ha mirado

afilando el cuchillo suavemente

metal contra piedra, carne limpia,

chispas al aire, tacto cortante

y ese maravilloso filo brillante.

 

Fina hoja de papel que penetra,

que filamenta, separando,

el alma de la carne, sin tocarla,

es perder la vida, sin quererlo,

es un dolor intenso, por dentro,

es algo cruel, aséptico, limpio,

es un final como otro cualquiera.

 

Tapa tus oídos, no quieras escucharle

no afiles sus propios cuchillos

no le cortes con sus propias armas

no quieras ser tu propio enemigo,

es acabar con uno mismo

es amar la vida mientras muere.

 

Pues aterrado mira y observa

que poco a poco abandona su cuerpo

cogiendo con su mano diestra

ese pequeño instrumento

melodía del diablo asonante,

pues realmente somos 

nuestros propios

y cueles verdugos,

somos, en definitiva,

nuestro oscuro afilador.

 

EL POPULISMO