Buscamos él porqué de las cosas
en un mundo lleno de sinsentidos y plagados de misterios, esta historia que os
paso a contar es real como la muerte misma.
El guardia civil encargado
de la investigación se encontraba a los pies de la cama, miró con detenimiento
todos los tubos que entraban y salían del joven que se encontraba postrado en
la cama, cerca de él una máquina señalaba sus débiles constantes vitales, la
cabeza estaba totalmente vendada, sufría un fuerte traumatismo craneoencefálico,
su situación era de coma profundo.
Todo eran preguntas y no había ninguna respuesta,
se sentó en la silla de la habitación, abrió su block de notas y poco a poco
las leyó cuidadosamente:
¿Por qué iba por aquel camino
una calurosa tarde de verano?
¿Quién había encendido un
fuego si el joven no podía moverse?
¿Quién había llamado a
emergencias al amanecer si el móvil se encontraba fuera de su alcance?
¿Por qué había escrito
aquellos extraños apuntes donde señalaba la ubicación exacta de la pequeña fosa
con un capitán asesinado de la guerra civil?
¿Cómo había escrito su
nombre y apellidos en una letra tétrica, casi ilegible del cadáver encontrado?
Nada tenía sentido en este
caso, nada excepto la realidad, aunque a veces nos cueste aceptarla nada es lo
que parece y muchas veces desdeñamos lo obvio por imposible, cuando lo
imposible muchas veces es el único camino hacia la verdad, nos guste o no.
En mi caso tal vez nunca se
pueda saber lo ocurrido, en el camino hacia mi muerte rescate del limbo del
olvido a un buen hombre, el ya ha marchado yo he de esperar un tiempo por mi osadía,
del limbo solo se sale cuando los dioses lo estiman oportuno.
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Caí trescientos metros
rodando por la ladera paralela al sendero entre matojos, matas y arbustos, debí
entrar por el hueco de una puerta inexistente y me golpeé en la cabeza con una
pared de ruda piedra quedando sin sentido.
El muro acaba triangular, toda la pared era de un color
blanco lleno de desconchones, la parte superior era anaranjada, al principio no
entendía nada, pero pronto me dí cuenta que era debido a los últimos rayos del
día, el cielo de un azul oscuro dejaba atisbar algunas de las estrellas que me
acompañarían toda la noche, cerré los ojos, un dolor de cabeza me invadía por
la parte de atrás de la cabeza, me pasé las manos y las note húmedas, al
ponerlas frente a mis ojos tenían sangre, volví a cerrar los ojos y apoyé los
brazos al suelo, ¿dónde estaba?, debía estar sentado en alguna parte del
bosque, pero no recordaba nada…
Percibí la luz de un pequeño
fuego, me seguía doliendo la cabeza horrores, abrí los ojos y solo ví sombras espectrales
sobre paredes derruidas de lo que parecía el interior de una casa comida por el
bosque, al fondo en las sombras me pareció ver una figura humana, se me cerraron de nuevo los ojos y noté como alguien
me daba agua que bebí con angustia, mi garganta era un desierto, su sequedad hasta
ese momento me quemaba por dentro.
Abrí los ojos y allí estaba,
frente a mí unos ojos negros como la noche misma me miraban fíjamente, nariz
respingona, bigote francés y unos labios finos componían una cara pálida como
el mármol, el resto del cuerpo debido a la oscuridad y al juego de luces que
producía el fuego hacía que no pudiese distinguirlo bien, parecía un militar,
uniforme oscuro, botonera de metal y poco mas podía distinguir…
-¿Dónde estoy? – le pregunté
en voz casi imperceptible, era como si apenas tuviera oxígeno en los pulmones.
-En la casa del peón caminero
de la carretera de la sierra de los Alcornocales – dijo con un extraño tono de
voz, sin apenas gesticular lo más mínimo.
Intenté moverme algo pero
salvo el cuello y los brazos el resto del cuerpo no me respondía, eso me dio
miedo, le volví a mirar y esos ojos continuaban fijos en mí como la luz láser
de un francotirador.
-¿Qué me ha pasado?
-Has debido perder el
equilibrio en el “Sendero de Despeñacabras” que pasa por la ladera trasera a la
casa y has caído rodando hasta aquí, ese sendero es muy traicionero, suerte has
tenido de caer por esta zona, mas adelante estarías muerto – esa última parte
de la frase hizo que un escalofrío me recorriera la columna, no sé bien porqué…
-¿Quién eres?.
-Capitán Antonio San Juan
del cuerpo de carabineros de las dependencias de Cádiz
-¿Carabineros?
-Venimos a averiguar qué ha
pasado en Castellar de la Frontera, recibimos una solicitud de refuerzos de las
autoridades municipales, unidades del ejército rebelde se estaban posicionando
al sur del pueblo, somos la unidad más cercana en la zona, el regimiento en
Algeciras ya no está operativo…
La cabeza no paraba de darme
vueltas, ¿qué coño eran los carabineros?, ¿de qué ejército rebelde me estaba
hablando?, me palpé la chaqueta y no detecté el móvil por ningún lado, miré a
mi izquierda y vi su reflejo metálico cerca del resquicio de la puerta, cerca
del exterior oscuro, estaba tan confuso…
-Perdona, ¿me puedes
alcanzar mi móvil? – dije señalando hacia donde se encontraba.
Ignoró mi petición, su
mirada continuaba fija en mi, sin ningún atisbo de sentimiento, sin tan
siquiera un parpadeo
-Al llegar aquí vimos el
cuerpo del peón caminero muerto en la entrada delantera de la casa,
evidentemente había sido fusilado, entramos en la casa y allí yacía otro peón
con las tripas salidas solicitando ayuda, estudiaba medicina cuando podía así
que ordené que se quedase el enfermero conmigo y mandé al sargento con el resto
de hombres hacia Aguilar, con órdenes expresas de no intervenir, solo de otear
el terreno.
-Perdona, estoy algo
mareado, no me puedo mover apenas, no
entiendo bien lo que me quieres decir.
Como si no hubiese dicho
nada continuó hablando monótonamente.
-Metimos los intestinos con
cuidado y comencé a coser cuidadosamente la tripa del hombre, el enfermero
había ido al arroyo a buscar agua, para poder limpiar bien la herida. Tardaba
demasiado así que como pude acomode al herido y me lave las manos con un poco
de agua que había en la palangana – hubo un prolongado silencio, se me hizo
eterno, no sabía que decir, estaba confuso, dolorido - yo solo quería acabar con toda esta mierda,
mi mujer acababa de dar a luz a una niña y había partido a nuestra Galicia
natal con sus padres yo tenía que haberme licenciado a finales del verano,
estaba harto de tanto odio y muertes, de muchas veces mirar hacia otro lado a
sabiendas que no estabas haciendo lo debido, pero órdenes eran ordenes y
entonces el maldito levantamiento en África y todo se fue al traste… - hizo una breve pausa.
- Mi
vocación la medicina, militar para poder vivir… -dijo solemnemente
Opté por callarme, no me
escuchaba y tampoco sabía bien que decirle.
-Encendí un cigarrillo y
salí al exterior, era una noche estrellada como hoy, di dos pasos en la
oscuridad y entonces sentí el frío metal en mi cabeza, no me dio opciones de
decir nada y aquí estoy sentado contigo, los peones camineros marcharon
enseguida, yo llevo aquí desde entonces, esperándote…
El pánico se apoderó de mi,
¿me estaba diciendo que era un muerto?, ¿de la guerra civil? y ¿yo qué pintaba
en toda esta historia?, me quise incorporar pero no pude, entonces sin saber
porqué comencé a llorar.
-Debes hacerme un favor,
quiero descansar en paz y no puedo, estoy enterrado de mala manera en la parte
trasera del muro donde te apoyas, tienes sobre tus piernas un cuaderno anota lo
que digo y escribe mi nombre, no se puede morir de una manera mas vil y triste,
necesito descansar, necesito que se me haga justicia…
Escribí con un pulso débil
lo que me había dicho Antonio y una vez finalizado solté el bolígrafo y cerré
los ojos… acababa de realizar una buena acción, acababa de firmar sentencia en
mi último camino…