Siempre
juega la reina
gane nada o no
pierda,
grande mujer
y pequeña
dómina de sus
tierras
subyugue de
su periferia,
invisible su
brillante espada
sustenta por
sangre muerta,
arma que
deslumbra y ciega
la fuerza de
una eterna pica.
Verde son
los húmedos campos
plagados de
sudor y trabajo,
no hay destino
que alguien venere
ni pueblo
que se conmueva
con sus sueños de poder
asentado en dorados
tronos
de supuesta sangre
azul,
de haber
tenido la suerte
o la inmensa
desgracia
de haber nacido sin saberlo
afortunada reina de tréboles.
Y esa opulencia
llena de riqueza
fruto del
sacrificio y la vida
de miles de súbditos
que lucharon
por un escudo heráldico
como una
sola conciencia,
y es ella,
altiva su presencia
la que representa
a todos ellos
luz que deslumbra
por su riqueza
diamantes pulcros
y brillantes
bañados en sacra
sangre.
No llores
pueblo
pues al fin ha sucedido
que hasta
las reinas pierden,
que nada es
infinito,
que no
esperes ganar siempre,
pues su tumba
de pulida piedra
es recuerdo
para la historia
y no hay
dolor más grande
que perder
una partida
con un póker
de reinas
y la primera
siempre ella
la mayestática dama
la reina de corazones.