Silencio, angustioso silencio el de una gran sala vacía, colosal lámpara de araña en un techo lejano, rojo
sangre llena de coágulos producido por las humedades de un techo en mal estado,
el arácnido había tejido su tela entre cristales y bombillas, esas que todavía
daban lúgubre luz, algunas se encendían y apagaban a su libre albedrío, como si
tuvieran vida, retiré mi mirada pues me daba la sensación que sus ocho ojos me
miraban, dos exiguas luces de emergencia a cada lado de esas inmensas paredes
saturadas de un viejo papel pintado que
a veces no se veía el dibujo y otras parecía que tomaran vida, el único
referente con la realidad estaba en las partes donde se había despegado el
papel donde quedaba al desnudo una pared sucia, pegajosa y mugrienta.
Al fondo una enorme pantalla
blanca grisácea, abrazada por dos enormes cortinas oscuras, llena de diminutas
manchas, de felpudo un pequeño escenario y entre medias cientos de respaldos de
burdo burdeos, esas las butacas del viejo y decrépito cine Fantasio.
Mi nombre Gervasio y he de
inventariar el local entero, me senté en la mitad de la sala en una butaca de
pasillo, se habían quitado una parte de los asientos de la fila de delante y
allí tenía una pequeña mesa con planos, allí olía mal, una especie de aroma
fétido y rancio, vomitivo, el 20 de noviembre de un frío domingo de 1980 a las
19:30 fue la última sesión, se cerró la sala y nunca mas volvió a abrirse, ese
espacio cerrado se quedó anclado en el tiempo, sin orearse, ni limpiarse, todo
seguía como entonces, la moqueta del suelo todavía estaba pegajosa iluminé con mi
linterna el estrecho pasillo entre filas, en el suelo había restos de envases
de alimentos actualmente inexistentes, una butaca estaba todavía abierta, como
si el espectador hubiera salido al servicio y no hubiera vuelto nunca más.
Revisé los planos, comenzando
a tomar apuntes sobre todo aquello que había que desmontar antes del derribo,
la impresionante lámpara del techo, butacas, barandillas, la pantalla, recorrí
la sala con parsimonia con mi puntero láser tomaba medidas de anchos, largos, altos,
cualquier medida que existiera apuntada quedaba como en frío testamento, como
si el volumen del alma de un edificio fuera medible, cuartos de baños sucios e
insalubres de impolutos azulejos blancos y bordes mohosos, las escaleras hacia
los palcos superiores, la vieja barra de bar hecha de madera barnizada, una
coca-cola abandonada a su suerte, sin nada pero con los rebordes del azúcar de
un líquido evaporado, expositor de patatas Risi con dos bolsas verdes de
patatas podridas y allí en la tercera planta la sala de proyección un
habitáculo, lleno de recortes y anotaciones, un olor ácido, dos proyectores
metálicos enmudecidos, callados, ignorados, una triste mesa con utensilios
parecía que para manipular las cintas de proyección.
Tomé en cada uno de los sitios
todos los apuntes necesarios y me volví
a sentar en sala como si hubiese llegado justo a tiempo antes de que se
apagasen las luces y comenzara una rancia película antigua , cerré los párpados
pues estaba cansado, cuando levemente escuché al final de la fila el ruido de una
butaca que se abría, un escalofrío me recorrió la espalda pues estaba solo en
ese inmenso espacio vacío, lentamente abrí los ojos y sin girar lo más mínimo
la cabeza miré de reojo a mi derecha, con esa mala luz no atisbaba a ver todo
el espacio, pero presentía que allí había algo, palpé la mesa y cogí la
linterna que encendí como pude por los nervios enfocando al fondo y allí la vi
una mujer de bello porte, grande, vestido extraño, pálida, sentada, con
pendientes y un collar, con la cabeza fija en la pantalla , en su mano
izquierda colgaba algo, como una cadena o un collar, giró su cabeza lentamente
y me miró fijamente, el corazón se me encogió de pánico y pavor. Mi
linterna cayó al suelo y quedó
iluminando en el suelo hacia otro lado, desvíe mi mirada para ver donde había
caído y volví a mirar poco a poco a mi
derecha, mis ojos se aclimataron a la escasa luz de esa parte
de la sala y allí me pareció divisar algo, esa pared, esos dibujos y ese
desconchón me habían traicionado el inconsciente, allí no había nada, solo
sombras, palpé el suelo y cogí la linterna y rápidamente enfoqué allí para cerciorarme que no había nada, toda
esa zona era un vacío extraño, rincón de la sala donde los amantes se sobaban
con lascivia y se metían mano, podría haber sido una ilusión óptica, o un mal
susto, o mi traicionero subconsciente y sus miedos a los sitios oscuros. Me
calmé como pude y seguí trabajando con la mirada fija bajo el flexo y los
planos, quería acabar pronto e irme, pero el mal cuerpo no se me quitaba, tenía
la sensación de que había más gente a mi alrededor, oía o creía oír las butacas
que se abrían y cerraban, como si se sentase gente, siempre en sitios donde no
tenía ángulo de visión, me sequé el sudor, estaba fantaseando más de lo
habitual, me coloqué los cascos y puse música en mi móvil para no escuchar los constantes
quejidos del edificio.
No sé cuánto tiempo me había quedado traspuesto,
había tenido una mala noche y apenas había dormido, se me debía de haber caído
un auricular y un ruido extraño me despertó suavemente hasta que mi consciencia
determinó que no era un sueño sino un ruido del mundo real, algo metálico
sonaba, como un tren, un traqueteo, abrí mis ojoso algo confuso y estaba a
oscuras, giré la cabeza y levanté la vista y vi un haz de luz que salía de un
agujero de la pared, de la cabina de proyección, redirigí mi cabeza incrédulo y
aturdido a la pantalla en blanco y de repente unas trompetas, un plano en
blanco y negro y un águila volando, estaba quieto pues no entendía nada, unas
letras en blanco “NO-DO” y una voz antigua enlatada comenzó a decir algo como:
-El desarrollo urbanístico de
las ciudades en los años 40 y el despiadado fin del mundo antiguo, el final de sus
lugares sacros.
Se cortó la filmación, nieve
en la pantalla y una vista aérea de la ciudad de Sevilla a principios del siglo
XX, imagen algo desenfocada con imágenes áreas de obras para la exposición
universal iberoamericana del 1929, la voz continuaba diciendo:
-A inicios de siglo XX la
milenaria ciudad de Sevilla se pone en marcha en la modernización de la ciudad,
las obras se han iniciado con las infraestructuras necesarias de agua, luz y
gas para poner la ciudad a la altura de las urbes de Europa.
Tan atento estaba a la
pantalla que cuando bajé la mirada quedé petrificado y me meé encima del miedo
que recorría mi cuerpo, la sala estaba a rebosar de gente con vestidos de otra
época que inmóviles miraban fijamente a la pantalla, todos pálidos y
demacrados, ignorándome, miré de nuevo a la derecha y la señora que había visto
inicialmente no estaba, de hecho, era la única butaca vacía de la fila, una lágrima
de terror salió de mi ojo y bajó por mi mejilla, quería salir corriendo de allí
pero estaba inmovilizado de terror, la
cinta quedó enganchada y comenzó a quedar la pantalla en blanco, mientras la
voz perdía velocidad, sentido y se convertía en grave, diabólica, un segundo después la cinta volvió a la
normalidad y la película siguió
emitiendo con la misma voz pero con otras imágenes.
-En la calle Trianera de Pages
del Corro se ha derruido la corrala de los sueños- se veían imágenes de obreros
picando una fachada muy antigua y cargando mulos, llamaba la atención la
alegría del recitado- una de las corralas más antiguas de Sevilla que datan de
tiempos inmemoriales- el hombre de hojalata seguía hablando mientras la cámara
hacía un barrido por las obras.
Observé que en las imágenes
que se estaban proyectando salía un patio rodeado de escombros y en medio varios
carromatos grandes llenos hasta arriba de unas vainas extrañas, en un momento
dado observé como de una especie de capilla bordeada la puerta de piedras de
mármol con ornamentos extraños, de allí salían obreros con esas cosas extrañas,
la imagen fue fugaz, y la voz continuó narrando con alegría:
-Dentro de la corrala se
encontraba las antiquísimas bodegas Fantaso, ha habido que destruir las viejas
barricas del famoso vino del Aljarafe que allí se producía, pues en el lugar de
la corrala se construirá un moderno cine cuya planta ha de estar por debajo del
nivel del suelo para poder hacer la más grande sala de cine del sur de Europa.
Aquello que sacaban los
hombres no eran tan solo maderos, aquello eran ¡cuerpos momificados!, estaban
profanando un lugar sacro antiguo.
Entonces reconoció esa puerta
y esas extrañas piedras labradas con símbolos extraños, tal vez tartésicos, era
increíble habían construido un cine sobre unas catacumbas de un pueblo poderoso
que había reinado aquellas tierras hace miles de años, lo más doloroso fue la
falta de respeto a los que habían partido pues los cuerpos habían sido tirados
al río, sin ningún respeto bajo la oscuridad de la noche.
El locutor continuó su
interlocución:
-El alcalde D. José María
Ybarra, el arquitecto y constructor Gervasio Martínez, junto al arzobispo Pedro
Segura visitaron la capilla de los marineros y celebraron una misa para
ofrendar a la Virgen Esperanza de Triana la inauguración el cine Fantasio, se visionó
en este día la gran película española “a mi la legión”
Quedé de piedra, era mi padre
y esa puerta que fugazmente había visto estaba en mi casa de veraneo del
Aljarafe, me quise levantar pero estaba
preso del pánico, realmente no estaba en un cine, estaba dentro de las catacumbas
que mi padre había destruido, allí estaba de pie, desnudo y frente a mi subida en
un extraño altar rodeado de calaveras y
cientos de velas se encontraba la señora que había visto al principio sentada, me
fijé en ella y vi unas grandes y hermosas lágrimas que recorrían sus morenas
mejillas, su vestido voluminoso hacía que pareciese que flotaba en el aire y en
la mano izquierda observé una cadena que en su final colgaba algo similar a una
cruz, fue entonces que levantó su mano derecha y las claustrofóbicas paredes de
la cueva comenzaron a tomar vida moviéndose
como si fuesen las aguas verdes del gran río, entré en pánico y comencé a correr por interminables pasillos infectos de
cadáveres, al final de cada pasillo, una enorme sala llena de nichos y vuelta a
empezar, túneles húmedos y mal iluminados por candiles de aceite, y por fin una
última gran cueva con las paredes burdamente pintadas y allá arriba volví a ver a la horrible araña que comenzó a
descender lentamente, baile hipnótico, sus peludas patas se movían en sutil
equilibrio, todo ese ser venía hacia mí, oí el castañear de sus mandíbulas,
estaba claro que moría a por mí carne, entonces grité:
- ¡Santísima Virgen Esperanza
de Triana sálvame del demonio y sácame de este infierno!
Poco a poco miles de pelos
punzantes me rodearon y taparon mi visión,
sentí una punzada dolorosa que entraba por mi garganta, la sangre
comenzó a salir a borbotones comenzando a perder la conciencia, fue entonces entre
mis últimos sueños que caí en la cuenta y supe quién era esa mujer, yo siempre
desde niño la adoré y serví, pero se estaba cobrando la ofensa de mi padre, la del
sacrilegio del templo de los sueños, los hijos de la noche nunca duermen pues
son demonios que no olvidan y la Diosa del agua quería la paz entre todos los
seres de su reino, por eso mi sacrificio, yo era el tributo.
El médico forense y el juez
dieron orden del levantamiento de mi cadáver, un fatal e incomprensible
accidente había acabado con mi vida, la enorme lámpara de la sala había caído a
plomo desde el techo reventando mí cabeza y allí yacía tristemente muerto,
irreconocible.
Por supuesto nadie llegó a saberlo,
pero había sellado con mi sangre lo que antaño fue un templo de muerte, había
estado perdido en unas catacumbas de una raza extinta, la última herejía del
hombre actual, era por fin el cierre de la puerta de la isla de los muertos en
medio del gran río, la Diosa satisfecha volvió de nuevo a su representación
pues ahora era adoraba por los hombres modernos.
Y en los terrenos del cine
Fantasio se construyó unos bonitos apartamentos llamados Residencial Oniros
donde los sueños se harán realidad…