domingo, 30 de septiembre de 2018

JORGE SPOTSWOOD CALATAYUD

Jorge y su sombra

Vivía en General  Moscardó 33,
gran piso interior de poca luz,
ventanas sin paisajes, sin nada que ver,
una casa vacía, deshabitada  por él.

Jorge era menudo, no muy alto
de complexión débil, piel blanca,
ojos anodinos, cansados, reflexivos,
y en la punta de la nariz una cicatriz.

De niño era inquieto y parlanchín,
altivo y engreído,  gracioso y de buen ver,
rodeado siempre de mujeres y niñas
que le adulaban y entronaban sin ser rey.

Pero el tiempo pasa y nada es lo que parece ser,
recorrió el mundo buscándose desesperadamente,
amó con verdadera pasión sin ser correspondido,
tenía tanto que decir que hablaba al solitario viento.

Y la peor guerra, la lucha con uno mismo,
y el peor enemigo, tus amantes, tus amigos,
el no saber si quieres ser quién eres,
el no querer vivir en todas y ninguna parte,
todo lo que  te contaron de niño, una gran mentira.

El pequeño halcón observaba calladamente
otro amanecer cualquiera, de fría mañana de invierno
desde el borde del alto puente todo se ve muy lejano,
mullido colchón blanquecino era el rocío que cubría los  campos,  
el ave extendió sus alas, sintió su cara al viento.

Por fin seria él mismo, dejó su dolor y tristeza y saltó libre sin miedos…

Jorge, adiós, vuela alto, se te echa de menos…

2 comentarios:

  1. Cada vez hay más Jorges en el mundo, tenemos que escuchar más a quién tenemos al lado. Escuchar se escucha, aunque sea por morbo, pero el problema es que no empatizamos.

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  2. Toni, toda la razón del mundo, en el fondo todos somos un poco Jorge, todo el mundo habla y nadie escucha...

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