jueves, 12 de agosto de 2021

VERDAD OCULTA

 

A boy and his chicken, 1912

Habías parado de caminar

deambulabas entre la tristeza de un fin

y un bocadillo de crujientes gallinejas,

nuestras conversaciones ya no eran constantes

no tenían la fuerza ni el encanto de antaño,

tus sospechas te hacían mirar la puerta

como cuando quedas y no aparece nadie,

como cuando respiras profundo y te falta aire,

es lo que tiene no saber que hoy es el día

en que el matarife se te aparecerá delante 

sin rencores, ni venganzas, solo a cumplir su trabajo,

a sajar la cabeza de tu cuerpo impoluto y blanco,

sin mancharse las plumas, sin sangre en las manos

algo aséptico, anodino, profesional y sórdido.

 

Y allí estaba yo, sentado, muy envejecido

corroído y descompuesto en mi traje negro,

rugoso como las enaguas por el luto de mi madre,

vestido de circunstancias, despedida a una amante,

que no me habla, ni me mira, ni me escucha,

sin jugar más a este juego absurdo de la vida,

a la hipocresía de fumar un Lucky Strike juntos

de compartir caladas calientes, saliva pringosa,

de intercambiar confidencias, amores, experiencias,

pero ocultándome que sabes el día de mi muerte,

ese golpe de suerte con un hacha afilada

que hará que te comas mis carnes blancas.

 

Por eso fumo, me cruzo de brazos

y espero con desesperanza

que no venga nadie a este matadero

que nadie cruce la puerta

anhelo que no aparezca,

¡que vivas para siempre mi amor!

y que por fin muera de hambre,

escuálida mi alma por verte

en el altar mayor otra vez,

sin secretos por ambas partes

toda vestida de puro blanco.

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