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Ray Caser |
El placer de
la tortura
incontrolable
satisfacción
ver tus
heridas sangrar,
cascada
inmensa
que fluye
sin control
con ese
ruido ensordecedor
lleno de dolor y confusión.
Nos subyugamos
sin saber
que no hay
peor patrón
que nosotros
mismos,
largo es el
camino
al son de
tambores
que nos
marcan el ritmo
a nuestro cálido
infierno.
Fusta, látigo
imaginario
que nos abre
las carnes
que nos recuerda
la herida
que nos hace
estar vivos
muertos de
puro dolor
en esta que
es la vida
sádica
muestra flagelación.
Y sentado muy
al borde
a la vera de
mi precipicio
he guardado
en mi maleta
este fuste
que me atormentaba
opresión que
me asfixiaba
haciéndome
esclavo de mí mismo,
he mirado de
nuevo a lo profundo
y he tirado con
fuerza mi bagaje.
Comienzo
desde la frontera oscura
un nuevo vagar
desnudo
que me lleve
tranquilo
en buena compañía
allá a lo
muy lejos
a esas altas
montañas
donde se acaba
el camino.
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