En el surgir de duda, en
el renacer de la esperanza,
surgió el árbol de navidad
que ilumina mi casa,
fue una luz de ilusión, un
salir de las sombras,
era un árbol alto, señal
del fin de un ciclo,
del nacimiento constante e
imparable de otro año.
Cientos de bolas de oro y
plata, lazos de colores,
guirnaldas, espumillón,
estrellas,
luces que se encienden y se apagan
y allá al fondo la
representación de un nacimiento.
Mis hijas pequeñas con los
ojos iluminados bajo el árbol,
las cenas de noche buena,
navidad, fin de año
y ese abeto cual centinela
iluminado siempre al lado.
Y por fin ese gran día en
el que aparecen en su base los regalos,
frutos de la ilusión y de
mucho trabajo,
todos alrededor del árbol,
abriendo ilusiones,
riendo y jugando.
Se acaban las navidades y
ese árbol se desmonta,
y se guarda en su fría
caja,
ya nada brilla como antes,
su energía se apaga,
nadie le echará en falta
once meses de oscuro
olvido, de cruel destierro.
Y vuelven los años unos
tras otros
ya nada es como antes,
las pequeñas han crecido,
las ilusiones son
distintas,
todos hemos cambiado
pero el árbol sigue siendo
el mismo.
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