Bajaba el río por su
cauce, ¡oh Susana!
en ritmo pausado
pero constante,
tus antepasados en
nombre de Temis,
han ensuciado sus
aguas por la avaricia,
por la insaciable
sed del hombre.
Has heredado manzana
envenenada,
no eras buena
amazona, tan solo una sombra,
una serpiente
esquiva e intuitiva,
has esperado el
momento, has pausado las horas
delfin del
emperador, de la caída del imperio.
Has continuado la
fatídica obra ingente
de desviar el agua,
la de romper su curso,
la de regar tierras
estériles, tan solo de tu gente,
en nombre de la
igualdad del hombre
has masacrado a los
peces,
has diezmado sus
recursos,
has querido dominar
el río,
has despertado al
gran Aqueloo,
¡tu osadía o Susana,
tu castigo!.
Zeus y Eolo cansados
de tanta injusticia,
despertaron de su
milenario letargo
y cogiendo el mando
de los dioses de Tarteso,
avivaron la furia
del río y la encauzaron
llevando de nuevo las aguas a su río,
brecha que recorre
todo su imperio,
agua que busca la
sal del mar,
el río, ¡oh Susana
no es tuyo!,
el río es huérfano, solitario,
se rige por sí
mismo, tiene vida propia.
Leyes del hombre que
protegen al hombre,
déjame ser libre,
que elija mi cauce,
yo no soy tuyo, soy
de todos mis hijos,
del que pasta en mi
orilla, del que caza por instinto,
de los peces,
cangrejos, de las algas,
de los árboles que
me abrazan, de los que han caído.
Tú no eres nadie en mi camino,
pero no os
equivoquéis, aquí todos sois nada,
el rico, el pobre,
el tonto, el listo,
el agua siempre
sigue su curso,
yo mando en mi
destino,
yacer, abrazar,
querer,
a mi amante, el Atlántico,
vosotros humanos, no
sois río,
tan solo tristes
mortales.
Dedicado a Susana D.
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