Rosa negra que te observa,
encima de
la mesita, bajo mis sentimientos,
inmóvil, pétrea,
en medio de una gran sala,
asfixiada
por un florero.
No muestra
sus sentimientos,
no puede
decirnos nada,
su turbio
color lo esconde todo,
su escaso
olor nos embriaga,
sin
pliegues, sin alma,
es un ángel
caído
una agonía
dormida.
Pétalos rígidos,
gélidos, fríos,
y allí está
ella erguida, inmaculada,
si la tocas
es áspera,
si la
observas no distingues,
si te
alejas se marchita
si te
acercas se corrompe,
ironías de
esta cruel vida,
la más
bella flor que nunca he visto,
la planta más
extraña,
es oscura y decadente.
Paradoja insufrible,
su base,
inundada de
pétalos caídos
de un bello
rojo carmín,
dulce salvia tirada por los suelos,
el
sacrificio divino,
color de mi
sangre,
morir,
muerte y vida,
son las
llamas que me queman,
los pétalos
del infierno.
Espinas que
se me clavan,
pues toco
su tallo negro
y trepo por
sus adentros,
soy esa
rosa negra,
presa de
porcelana,
rígida como
una estaca,
esperando que
salga el sol,
o alguien
que me caliente
y recoja mis sentimientos
rojos como
la sangre,
bellos como
una flor
fríos como
la muerte.
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