Cuatro y tantas de la madrugada,
ojos como platos vigilando
las estrellas y el firmamento
o la lámpara de mi cuarto.
Oídos alerta
a cualquier ruido extraño,
todo es silencio apabullante
y de repente, todo sucede.
Sentado frente a mi
me encuentro yo delante
que me miro a mí mismo
tumbado en mi cama.
Soy tu alma en pena
que guardo tus errores,
acumulo tus maldades,
descargo tu conciencia.
Nos miramos sin hablarnos
ambos sobrecogidos
pues no hay mayor terror
que encontrarse a uno mismo.
Ahí está la maldad,
todos los miedos,
mis errores, mis daños,
los puñales sangrantes.
Todo está oscuro,
el mundo duerme
huyendo de sí mismo,
quietud inexistente.
Pues los veo todas las noches,
por cientos, por miles,
los otros yo esperando
a que cada uno despierte.
Y por fin sale el astro sol
y me marcho callado, pensante,
dejando dormido entre sábanas
a otro agotado insomne…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No repares en comentar, que por decir que no quede tu disconformidad o tu adhesión inquebrantable, el no exponer este espacio quedará simplemente vacío, como un voto en blanco...