No me
planches,
hierro candente
tu presencia
que me aplasta,
superficie plana
plata
fundida
que se
desliza
por mi piel
quemada,
largo es el
cable
que me
amordaza
desde sangriento
paredón
hasta tus
pulcras manos,
odio ser tus trapos limpios,
los que
maltratas sutilmente,
los que
doblas sin sentimiento,
los que
almacenas a tus adentros,
quiero ser
ropa vieja y usada,
quiero ser traje del final del día,
muy sudado y con
miles de arrugas,
sin juez ni
tabla de fusilamiento,
ya no nadaré nunca más por tu mente
círculos concéntricos
esclavizándome,
puta prisión
es tu vieja lavadora
ojo de pez
loco alimentado con jabón.
Nacemos arrugados
y llorando,
crecemos
lisos y riendo,
encorsetados
por las reglas,
quemados y
planchados
por nosotros
mismos…
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