Aquel templo era imponente, muy, muy antiguo con grandiosas columnas de mármol, de forma rectangular, a la entrada un pequeño reten de soldados temibles, de gran complexión, de mirada profunda, abrían las puertas a un gran patio que en medio albergaba una extraña fuente de fresco manantial que le daba al recinto gran humedad y por ende una vegetación exuberante; en su interior moraban unos sacerdotes que veneraban y oraban a la extraña figura por la que brotaba el puro líquido, agua cristalina y fresca, inexistente en ningún otro sitio a menos de tres días de camino.
Cíclicamente,
desde tiempos inmemoriales, al inicio del tiempo benigno y al inicio de los
fríos un selecto grupo de jóvenes de todo el reino escogidos por su belleza en
el caso de las mujeres y su gran físico y valentía en el caso de los
hombres venían al templo, allí los sacerdotes los desnudaban, embadurnaban de
un aceite con un olor embriagante y vestían con finas sedas que cubrían
todo su cuerpo, enfrentados unos a otros y a todos frente a la extraña figura
se les tenían durante horas escuchando una música repetitiva, aguda, que
salía de unas pequeñas flautas bajo el ritmo de unos grandes tambores, todo
ello unido a unos cánticos bellísimos y unas hierbas que se quemaban sobre unos
incensarios hacía que los jóvenes entrasen en trance con un baile, inicialmente
pausado y volviéndose cada vez más compulsivo, sensual, llegado cierto
punto se desataba la lujuria y se formaba una bacanal entre los jóvenes,
hombres con mujeres, hombres con hombres, mujeres con mujeres que llegaba a
durar días sin descanso… según perdían el conocimiento se les
llevaba a unos cuartos donde se les limpiaba y vestían, cuando despertaban los
hombres permanecían tres días orando en su austero aposento a los dioses junto
a un sacerdote que replicaba todo sus cantos y después partía de nuevo a su
ciudad, con su familia si la tuviera y su regimiento; las mujeres permanecían
en estancias algo más cómodas en habitaciones mirando hacia el norte donde el
aire del desierto entraba tras rebasar la fuente lo que le daba un frescor
sobrenatural, oraban pausadamente, mientras eran vestidas con inusual belleza y
comían exquisiteces, finamente, como diosas, si no quedaban embarazadas partían
en engalanados carruajes hacia sus tierras como semi-diosas que se habían
entregado al sacrificio en la fuente de las deidades, si quedaban embarazadas
tenían al bebe en el templo, donde eran criados, volviendo a la sociedad como
una elite o quedándose como sacerdotes o sacerdotisas del templo. Después del
parto partían engalanadas como diosas de la fecundidad. Las mujeres casadas que
no se quedaban embarazadas tenían que quedarse en el templo un año antes de
volver con su familia y eran las que cuidaban y ayudaban a dar a luz a las
embarazadas.
Esto
dio al reino una estirpe de guerreros de gran complexión e increíblemente
valientes y mujeres hermosísimas, venerados ellos y envidiadas ellas por los
reinos colindantes, que ignoraban a que se debía que en aquel reino hubiera
tanta belleza y sabiduría.
Pero
un día un inmenso ejército venido del este que abrazaba a una religión extraña
y hostil se enfrentó al fiero ejército del Señor de estas tierras, la lucha fue
tan desigual en número que ningún valiente ni fuerza hubiera podido soportar,
al final el heroico ejército acabó siendo derrotado, todos los soldados
supervivientes fueron pasados uno a uno a cuchillo y los soldados invasores
entraron en la capital e hicieron barbaries con toda la población y a su señor
lo descuartizaron poco a poco para que su pueblo viese lo que es el sufrimiento
y el respeto al nuevo Dios.
Meses
después el ejército invasor descubrió el templo de la fuente de las Deidades,
nadie sabía de su existencia, se acercaron, ahí estaba imponente, en silencio,
sin nadie que lo guardara, con las puertas abiertas, al entrar los soberbios
líderes solo encontraron desolación, arena del desierto, y en medio lo que
debió ser una gran fuente, ahora seca… y es que el viejo Dios al que
pertenecía el templo se había llevado su imagen, a los suyos y a su preciado
liquido, los llegados no eran merecedores de su generosidad… los soldados
ignorantes y temerosos de lo extraño en su afán de borrar cualquier huella del
pasado aunque fuera mil veces mejor destruyeron y enterraron cualquier signo de
grandeza de ese sitio, imponiendo a un Dios extraño, llevando la duda, el miedo
y la sin razón de unas reglas cuestionables a todo el territorio.
Fin
de una época, todo lo conocido desaparece, nada tiene sentido, lo que era
importante ya no lo es, las normas que hemos seguido son papel mojado y
desolados comprendemos que todo avanza y nada queda y lo peor es que
inmediatamente sin ninguna tregua comenzamos a ser dirigidos y utilizados por
otros que como parásitos chuparan nuestro saber y experiencias
para luego dejarnos moribundos a nuestra suerte…
Y
al exterminar a todos y cada uno de los que veneraban al Dios y sus
tradiciones, acabaron matando al mismo Dios, o eso creían, y es que hoy he
tenido un sueño, he visto lo que pudo ser y no ha sido, el desaparecer de
una época y sus tradiciones más profundas motivado por los miedos y complejos
de los propios hombres que acaban venerando la misma deidad con diferentes
apariencias, pero su inmensa ceguera les impide ver nada, he ahí su grandeza.
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