martes, 5 de abril de 2016

VIVO SIN VIVIR EN MI



He de empezar con el inicio de un poema de Santa Teresa de Ávila que es un canto al amor, a su Dios que la libera de todo hasta tal punto que solo desea el momento sublime del encuentro… es como si en el primer párrafo de repente pudiera definir el amor más absoluto, refleja magistralmente la autora la entrega a Dios, al bien, a la razón…

… y al mismo tiempo si dieras la vuelta a la frase, a la idea, apareciera la descripción de uno de los sentimientos más horrendos y tenebrosos del ser humano….

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VIVO SIN VIVIR EN MÍ

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Tras unos duros años de subsistencia jugueteando seguro con tus padres, tutores y tus primeras amistades entre los tenebrosos, retorcidos y adictivos recovecos de las dos puertas, muy impregnado de la primera y gozando de su peste en la segunda, salgas de ellas como animal de presa vacío, muy lleno de nada, con ganas de ser otra persona que llene tu triste y sucia ausencia y entonces buscas a tu presa, al incauto, al diferente, al débil, seguramente verás como rebosan vida, bondad, amor y necesitas esos sentimientos puros para llenarte, para curar tus heridas… Y entonces ese ser se convertirá en tu obsesión, en tu segunda anhelada morada, en tu sueño más amado, en una terrible pesadilla y te pondrás al acecho y le atacarás  una y mil veces, quiero ser como tú y pensarás: “imbécil” y el imbécil resulta que eres tú, quiero ser como tú y llenarme de tu magia y tu solo tienes efímeras pócimas, quiero ser como tú y llega un momento que dejas de vivir en ti y pasas a levitar en un extraño limbo entre millones de almas desgraciadas que buscan desesperadamente sus vidas en la de otros, sin saber que sus vidas las han dejado tras sus propias puertas…

Y los que se dan cuentan vuelven de tal oscuro lugar a sí mismos a descansar y allí en los resquicios de su alma se encuentran moribundos a todos aquellos que les inyectaron el mal, se encuentran el alma de las personas que les atacaron, ¡sus padres!, ¡su familia!, ¡sus amigos! y eso te desangra mas, no te dieron amor, te dieron odio y allí tirados, heridos, llenos de envidia, intentando que seas como ellos, unos desgraciados, tapándote tu tercera puerta para que no te despojes de tu armadura fétida, y solo unos pocos espantan sus males y logran entrar tras la tercera puerta  en su parte pura de la razón  y se cierran y logran curar sus heridas, pero estos son muy pocos, muy pocos héroes vuelven de las batallas perdidas…

Y ahí sigues tú buscando presas con que saciarte, pero lo que no sabes es que por cada alma que engulles no te llenas, aumentas tu vacío.

ENVIDIOSO.

 

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