Y allá en lo más
alto del monte
donde termina el
bosque
y empiezan las
rocas hasta la cima
se encuentra un
gran abeto,
no tiene bolas de
cristal
no tiene bonito espumillón
no tiene luces
que le iluminen,
tan solo es un árbol
que baila al son
del viento,
su copa besa el
cielo,
sus raíces entran
en el infierno,
árbol teatro
de nuestra vida,
escenario de la
gran naturaleza
que nos da sombra
y cobijo,
que nos da calor
en invierno,
morada de dioses buenos
y del diablo al
mismo tiempo.
Solsticio de
invierno
donde manda la
noche
y comienza la
lucha
por días sin
lluvia,
por días de calor,
estar a la sombra
de una parra
bajo los efluvios
del vino,
por eso adoramos
al árbol
y creemos en el
dios Frey
que con su espada
de fuego
su ímpetu y su
virilidad
nos llevará por
buen camino
hacia un eterno verano
lleno de paz, sexo
y placer.
Por eso mi árbol este
año
tiene bolas de cristal,
un bonito espumillón
y una estrella que le guíe,
luces que
iluminen
su camino divino,
todo ello en rico
oro
color de Gullinbursti,
cerdo que guía a
Frey,
y en
agradecimiento
este me dejará bajo el árbol
pequeños presentes
y un intrigante mapa
de miles de aventuras
de alegrías y
tristezas
que tal vez me enseñe
el mejor camino
posible
para la década del
veinte.
Por eso, desde mi humilde
morada,
en esta fiesta de
la familia
cenando todos
junto al árbol,
buscando su
abrigo y protección
deseándoos un
feliz Yule
época del año
donde el sol
vence a las tinieblas,
y donde Jesús nació
por eso os digo
Feliz Navidad.
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