sábado, 28 de diciembre de 2019

TRISTE TURISTA

Turistas perdidos en si mismos

Huimos de todo, de nosotros mismos,

ganado aéreo se queda sin pastos

manadas de zombis en busca de nada

pues lo que quieren realmente no existe.

 

Masas oriundas de ningún otro sitio,

estampida humana, sedición de gente foránea

que entra a tropel en las grandes urbes

y las convierte en tristes parques temáticos,

visitan monumentos como el que va en metro,

no guardan las costumbres ni el respeto,

echando a sus habitantes genuinos,

creando grandes escenarios,

sin sus desaparecidos vecinos,

las calles sin realmente transeúntes,

lleno de gente tirando de maletas,

usando las aceras como sillas,

comiendo tristes bocadillos,

como si fueran pobres.

 

Ya no hay vecinos y el cáncer se extiende

y las tiendas de antaño que daban vida al barrio

también desaparecen, se esfuman,

ya no hay tenderos, ni ferreteros

los establecimientos de mi infancia,

solo hay franquicias que todo lo pueden,

es igual comer en Sevilla que en Nueva York,

indiferente comprarte unos zapatos en Lisboa o Paris,

todo es lo mismo en diferentes lugares,

huimos sin saberlo a nuestra propia casa.

 

Buscamos comer lo de siempre, lo de nuestro país,

cuando teóricamente hemos ido a conocer otra gente

absurdo al cuadrado, la superficialidad al máximo exponente,

por el estómago conoceréis que piensan otros,

pero realmente no quieren saber, solo huyen,

buscan a miles de kilómetros lo que comen a diario.

 

El turismo, la dulce muerte de lo auténtico,

la peste social que todo destruye,

que convierte al autóctono en un avaro

pues la manada trae dinero que todo lo pudre

y el que tiene un piso echa a su inquilino,

ese que vivía y daba vida al barrio,

que compraba al ferretero, al tendero,

al del restaurante, a los genuinos.



El propietario en afán de sacar dinero

alquila el piso por días

pues al ilustre turista le cobra el doble

y a éste le importa un bledo

pues mañana estará en su casa,

y el nativo que se aguante

él ya ha pagado su impuesto

por ir al medio del desierto

pues realmente nadie de allí había

tan solo la miseria de distorsionar los precios.



Ahora solo quedan pisos pateras,

llenos de turistas inquietos,

de inmigrantes legales como el oro,

ahora solo hay locales vacíos,

chinos que se buscan la vida,

esclavos franquiciados,

tienda de souvenirs sin gracia,

hamburguesas, pizzas y paellas congeladas.



Y al final el autóctono vive en la periferia

convirtiéndose sin quererlo en lo genuino,

ya la gente no va al centro,

representación cutre de sus recuerdos.



Hasta que llegue un día que la marabunta se dé cuenta

y entonces comiencen a visitar el extrarradio

los polígonos, los pueblos feos,

y entonces el autóctono y lo genuino desaparezca

y todos seamos abducidos,

todos seamos tristes turistas.



AMÉN

 


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