Me he quedado traspuesto a los pies de tus olivos,
tronco firme y fuerte, suave y caliente,
donde me gusta abrazarme y sentir la savia correr
el sentir de tu esencia, que fluye por ti.
Te he mirado desde abajo, hacia arriba
y he visto tu grandeza, frondosa copa verde
poder de la naturaleza, de donde sale la vida
ese aroma que me embriaga, me pierde.
Y ahí estaba aceituna verde, pequeña, inmensa,
humedecida por un tibio rocío, tu propio óleo,
te he acariciado, piel delicada y suave,
tu esencia, perfume que me enloquece.
Es entonces cuando me levanto con delicadeza
y el ulular del viento entre tus hojas puntiagudas
produce un gemido que me roba la voluntad
movimiento lento y candente, susurro excitante.
Y entonces la planta eclosiona, espeso y fluido
torrente de oro líquido que todo lo riega
su nombre majestuoso,
el simple aceite que da la vida.
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