Siento que me pervierto
en la soledad de mi espíritu,
me acomplejo de lo que no siento
huyendo despavorido
de lo que no entiendo,
de lo absurdo de la existencia,
del dolor que emana el ser humano,
escucho ese silencio que me atrapa
que me enloquece pues es la nada,
conversaciones conmigo mismo
pues más allá no hay nadie,
vacía es entonces la conversación,
allí donde el arte emana,
inicio de un manantial absurdo.
Es un crecer hacia el cielo
con los brazos extendidos
alejándome del suelo,
altitud inimaginable
vértigo en el cuerpo,
pesadumbrez en el alma
que me hace flotar muy alto
hasta que no diviso a nadie
perfecta es su compañía.
Concluyo lo que no debí comenzar,
hablar de sentimientos
que escapan a mi conocimiento,
de ofrecer un sacrificio enorme
a un Dios que tal vez no exista
pero que me observa, que me habla,
que me cuesta entender,
pobre del escribano que le transcriba
sin haber tenido fe en el hombre
sin haber comprendido su mensaje.

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