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la casa de las Sirenas - Sevilla |
¡Era tan
divertido Hallowen!, disfrazarse de muerto, esqueleto, vampiro, decorar la casa
con telas de araña, cabezas cortadas, sangre en las paredes, vestir a tu
adorable niña de bruja, de difunto, todo era genial, banal, absurdo, incluso
antes de salir todos rieron mientras cantaron extraños conjuros sin ningún
sentido de un viejo libro comprado en el mercadillo de la calle Feria.
Toda la
familia marchó por las estrechas calles del centro de Sevilla a celebrar tan
curioso día, se sentaron en una terraza en la Alameda de Hércules y dejaron a
los niños Juliancito disfrazado de demonio, Susanita de Bruja y Pedrito de
muerto viviente correr por el milenario parque, antaño lúgubre pantano robado
al mayestático Guadalquivir.
Hércules y
Julio Cesar observaban impávidos desde lo alto de sus columnas como el sol
descendía tras los edificios, era el naranja atardecer, el negro de aguas estancadas,
mientras los niños ajenos a todo drama corrían entre la terraza y
los columpios, jugando en el castillo infantil, subiendo y bajando, trepando
por las cuerdas, todo era reír y reír, por fin pararon las tres criaturas
sudorosas, exhaustas, marchando de nuevo a la carrera hacia unos bancos de
piedra, mientras, sus padres alegremente bebían disfrazados, banalizando y
ridiculizando a las criaturas del mal.
Estaba
Susanita hablando sobre los sabores de las gominolas de fresa cuando observó
que enfrente de donde se encontraban había una antigua gran casa, en el centro
una enorme puerta de hierro y a ambos lados dos enormes estatuas de un metal
verdoso, eran unas bellas señoras con el torso desnudo, una tenía
los brazos en alto y miraba hacia el cielo y la otra tenía los brazos hacia
adelante en paralelo con las palmas hacia arriba, ambas estatuas por detrás
tenían como un lomo y al final una larga cola enroscada que acababa en aleta.
- ¿Y si montamos a caballito de esos peces con forma de señora que están en la
puerta esa tan grande? - dijo Susanita saltando desde el banco de piedra y
empezando a correr hacia la gran casa.
Pedrito se quedó mirando al enrejado, no veía por ningún lado esas señoras, tan
solo detrás de la reja vio a una extraña mujer y a un niño que miraban
fijamente a Susanita correr con gracia hacia ellos.
- ¡Susi, no vayas, son malos! – dijo sin saber muy bien el porqué de esa
advertencia, entonces, Juanito se puso en pie sobre el banco de piedra, algo le
impulsaba a hacerlo, levantó los brazos y comenzó a decir en voz baja cosas en
un idioma extraño que Pedrito no entendía, repitiendo lo mismo una y otra vez,
en voz muy bajita, le miró de nuevo a la cara y los ojos de Juanito
estaban en blanco mientras comenzaba a orinarse encima, a Pedrito le entró
mucho miedo y salió corriendo hacia la terraza en busca de sus padres.
Susanita corría entre las personas que atestaban la plaza y vio que ahora las
dos sirenas tenían los dos brazos medio abiertos como para recibirla en un
cálido abrazo, sus colas ahora estaban más altas, tiesas, moría por abrazarse a
ellas, sentía su calor de madres divinas, “hija del agua ven a nos” oía dentro
de su cabeza, sentía un impulso irresistible hacia ellas.
Pedrito
mientras tanto corría despavorido, volvió a girar la cara y mirar a Juanito que
se encontraba en el mismo sitio con los brazos extendidos, le pareció incluso
que los pies de su amigo no tocaban el banco y al fondo observo que
su querida amiga Susi llegaba corriendo a la casa, paró y la mujer le
abrió la gran cancela, Pedro volvió la cara y siguió corriendo despavorido
¡mamá!, ¡mamá!, ¡tengo miedo!, entonces la madre de Susana instintivamente sin
saber por qué se levantó bruscamente de la mesa y lo vio todo perfectamente.
Su hija corría hacia la casa de las Sirenas muy deprisa, pasó las protecciones
de piedra de la calzada y un taxi se la llevó por delante… hubo gritos en la
plaza y la gente comenzó a dirigirse hacia la niña, unos policías de la
comisaría cercana comenzaron a correr hacia la zona, los padres de Pedro
abrazaron a un niño histérico que no paraba de llorar, los padres de Juan en
unos segundos que les parecieron siglos encontraron a Juan inconsciente encima
del banco y los padres de Susana lloraron desconsoladamente la muerte de su
pequeña hija cerca de los hierros de la gran mansión…
Perséfone,
guardiana y sacerdotisa mayor de las puertas del otro mundo, cogió a su infante
de una mano y a Susana de la otra, miraron los tres a través del herraje de la
puerta observando una vacía Alameda, allí estaba la madre y el padre
de Susana llorando desconsoladamente ante un pequeño nicho, rodeados de la fría
niebla de un gran pantanal, detrás de ellos el gran río…
-Dile algo a tus padres Susana, tenemos que entrar en casa, las diosas del agua
nos reclaman.
-Mamá, los viejos dioses oyeron vuestros cánticos y aceptan mi sacrificio en
honor a ellos y a su reino del manantial sagrado, me convertiré en ninfa y
velaré por recuperar las posesiones robadas a las bravas aguas que nacían en
este lugar.
Y entraron
en la casa despacio, sin ruidos, mientras un vigilante dormía en la entrada
ajeno al paso de una diosa menor.
MORALEJA
No
banalicéis sobre el lado oscuro del hombre, no juguéis a entrar en el
inframundo, no invoquéis a fuerzas oscuras y desconocidas pues estas duermen
muy tranquilas en su morada y el precio por invocarlas es trágico e infinito y
la deuda a pagar será la carne de vuestra carne, el más grande de los
sacrificios que unos padres pueden hacer.
Susana es ahora la nueva sirena de las puertas del extraño reino del
Guadalquivir, tierra de diosas y misterios.
Bonito . Poético . Pseudo-Clásico . Pero yo llevo toda mi vida banalizando sobre esas supuestas fuerzas que tú , crees que existen . Yo creo en la CIENCIA . Eso sí que realmente ha demostrado existir .
ResponderEliminarLa ciencia consiste en demostrar lo que es real, lo irreal esta en cada uno de nosotros, en esta historia arreal cada personaje vive una historia distinta de un mismo hecho, como la vida misma.
ResponderEliminarBanalizar lo oculto, de eso trata la historia, a veces tiene nefastas consecuencias, o no,¿quien lo puede saber?