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Edvar Munch - chica mirando por la ventana |
Miro con melancolía la ventana, esa salida al exterior
desde la cual ahora mismo me estoy mirando, tan lejos, tan cerca.
Me doy la vuelta y estoy en mi cuarto, con sus dos camas y su papel pintado, sus posters, la mesa de estudio con los libros abiertos, cuaderno de anillas, bolígrafo bic azul, mi lámpara, fotos pegadas a la pared.
Me doy la vuelta y estoy en mi cuarto, con sus dos camas y su papel pintado, sus posters, la mesa de estudio con los libros abiertos, cuaderno de anillas, bolígrafo bic azul, mi lámpara, fotos pegadas a la pared.
Salgo al
pasillo de parquet ruidoso, mis pies se reconfortan al tocarlo de nuevo, los
cuadros, los muebles, todo sigue igual, avanzo y veo el perchero de la entrada
con mi cazadora preferida, en el mueble de entrada las cartas del buzón, el
llavero de la azotea, el cenicero de plata.
Continuo a la cocina, se está
haciendo la comida, las ollas con flores estridentes hacen “chup chup”, la
tabla de cortar a la derecha cuchillo apoyado, perejil, ajo picado, el “gallo de barcelos” erguido y orgulloso…
Finalizo en el salón, ese sofá verde imposible, enfrente el gran televisor
apagado, inmóvil, como gran ojo que me mira, extrañado de verme, las
enciclopedias, adornos, el revistero y al lado una cesta con dos agujas y
lanas, el periódico abierto encima de la mesa, cenicero con cigarrillo humeante…
Extraña sensación mi casa ya no es mi casa, ya no vivo
ahí, se fue y la tengo tan cerca, no existe y la estoy viendo perfectamente, mi
yo de infancia se ha quedado atrapado entre cuatro paredes, mi inocencia, mi
felicidad y mi juventud se han quedado impregnadas en algo inerte y material,
yo sigo viviendo ahí, nunca me he desligado de ella.
Y los que la moran actualmente intuyen que estoy allí,
yo y todos los que antes la vivimos y lo respetan y lo comparten porque ellos
también algún día abandonaran físicamente el hogar y entraran en la comuna de
los que no están y viven allí.
Por eso cuando tengáis la extraña y poderosa necesidad
de ir a vuestra guarida y vayáis a ver la casa de vuestra infancia, la que ya
no os pertenece y miréis desde la calle a la ventana de vuestro cuarto
saludaros efusivamente, desde la ventana os reconfortará veros.
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