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Giacomo Carmanogla |
Manuel reía
sin gracia,
ni propia ni
extraña,
sobrevivió como
serpiente
sibilina y
escurridiza,
venenosa e
inofensiva,
debías tener cuidado
pues podía darte la mano
o caer vilmente empujado
en cualquier
triste trampa.
Correa de
transmisión
de un demodé
Renault Fuego,
de unas Rayban
claras
que no
ocultaban su anodina mirada,
muñeca con gran reloj de cuco
parado en
los años setenta,
amante de la
puta playa
apoyado en la
barra de un chiringuito
de un pavo
engolado con tanga,
caballero de
la triste figura…
Arrojo no le
faltaba
pues ponía fuerza
y empeño,
creía en sus
palabras
hacia que perseguía sus metas
pero le podía
el poder
y la
inseguridad le perdía
en sus contradicciones,
en su anarquía,
en su ansia
de riquezas y tesoros.
Playboy de rancios
tiempos
de cutres presas
pagadas.
Buen viaje
compañero,
pues es lo
poco que me queda
despedirme de
un lejano y duro rival,
imagen tuya ya difusa
experiencia
extraña,
no pasa nada
y sin rencor te digo,
ha sido un placer
el haberte conocido,
y haber
navegado contigo.
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