Veinticinco
y llueve,
agua que cae
en forma de
lágrimas
pues no
sabemos
lo que
celebramos,
tan solo que
nos reunimos
en una cena,
una comida
tributo a la
vida.
Por eso ya
no canto
inocentes villancicos
pues no quiero
tocar
la mortal
pandurria,
esa que
nació en Oriente
que tanto
gusta
a los que
mandan
para controlarnos
y a los que
informan
para
asustarnos.
Cantemos
todos a capela
con la cara
cubierta
y por favor
dejaros
de instrumentos
pues la
pandurria
no es un
invento
es una
trampa mortal
que te atrapa
y te
encierra
en un sueño
eterno.
Feliz día de
Navidad
a los
supervivientes
de esta
locura global,
celebremos el
nacimiento
de una nueva
época
donde como
antes
nos veamos
las caras
y podamos amarnos,
besarnos y
abrazarnos
sin oír de
fondo el sonido
de algo nacido
del hombre,
el instrumento
del miedo,
la puta
pandurria.
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