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Gustav Klimt - el árbol de la vida |
La Vida amanece sin quererlo uno, es fruto de unión carnal, pudiera ser con amor, pudiera ser con cariño, pudiera ser por placer, pudiera ser de tantas formas que nos salimos del guión que es el nacer sin querer.
La secuencia genética avanza sin pausa hacia la unión de
otra para la formación de algo nuevo, único, igual que todos, diferente a nadie
es la creación absoluta, es la creación del yo.
Nacemos sin saber la secuencia ni la consecuencia,
llegamos a un entorno hostil, nos sentimos por primera vez solos, sin
protección, asustados y lloramos, pedimos ayuda, sin saber hablar, sin nada que
decir, no hay nada que explicar.
Y el resto es navegar por el cielo azul, trazando el
camino, dando a todo sentido, pero al final sin rumbo fijo, es un poco también el
dejarse llevar, que las velas interiores se desplieguen, que nuestro motorcito
de vapor ayude en algo a seguir hacia el fin, sin tener miedo al final del
concierto, sin mirar hacia adelante, sin mirar hacia atrás, ciego de amor por
la vida.
Enredados en la pasión del vivir, creando secuencias
genéticas que te hagan inmortal, volemos juntos hacia el mar, nademos en las
nubes, a vuelo rasante en los abismos del océano, queriendo vivir, deseando
morir, que el sol y la luna se quieren y se ven, que nadie en su sano juicio
viene al irse ni quiere lo que no es suyo, adorando al dios de la vida,
creciéndose como persona, siendo un ciempiés, luchando por los suyos queriendo
sobrevivir, cayéndose de los andamios del vivir, eso es cariño, bailemos al son
del Bolero de Ravel y escribamos nuestra vida de principio a fin.
Tk
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