lunes, 7 de noviembre de 2016

VIDA


Gustav Klimt - el árbol de la vida

La Vida amanece sin quererlo uno, es fruto de unión carnal, pudiera ser con amor, pudiera ser con cariño, pudiera ser por placer, pudiera ser de tantas formas que nos salimos del guión que es el nacer sin querer.

La secuencia genética avanza sin pausa hacia la unión de otra para la formación de algo nuevo, único, igual que todos, diferente a nadie es la creación absoluta, es la creación del yo.

Nacemos sin saber la secuencia ni la consecuencia, llegamos a un entorno hostil, nos sentimos por primera vez solos, sin protección, asustados y lloramos, pedimos ayuda, sin saber hablar, sin nada que decir, no hay nada que explicar.

Y el resto es navegar por el cielo azul, trazando el camino, dando a todo sentido, pero al final sin rumbo fijo, es un poco también el dejarse llevar, que las velas interiores se desplieguen, que nuestro motorcito de vapor ayude en algo a seguir hacia el fin, sin tener miedo al final del concierto, sin mirar hacia adelante, sin mirar hacia atrás, ciego de amor por la vida.

Enredados en la pasión del vivir, creando secuencias genéticas que te hagan inmortal, volemos juntos hacia el mar, nademos en las nubes, a vuelo rasante en los abismos del océano, queriendo vivir, deseando morir, que el sol y la luna se quieren y se ven, que nadie en su sano juicio viene al irse ni quiere lo que no es suyo, adorando al dios de la vida, creciéndose como persona, siendo un ciempiés, luchando por los suyos queriendo sobrevivir, cayéndose de los andamios del vivir, eso es cariño, bailemos al son del Bolero de Ravel y escribamos nuestra vida de principio a fin.


Tk

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