Y ya estamos llegando al final del trayecto, la máquina poco a poco reduce
su velocidad y tú ves sin ningún tipo de solución como todo poco a poco se
acaba, miras hacia atrás y ves los vagones no con hileras de asientos sino con
recuerdos, pequeños escenarios donde cómo no, eres el protagonista, algunas
fundamentales, otras menos y algunas absurdas e imbéciles que no entiendes que
pintan en tus recuerdos.
Miras al exterior, por el inmenso ventanal de tu existencia, si llueve te
encantaría mojarte y dar patadas a los charcos como cuando eras niño, si hace
sol pagarías lo que fuera por sentarte en un banco de un parque y que su luz te
arropase, si nevase abrigarte y hacer bolas de nieve para tirárselas a todos lo
que quieres y reíros juntos… en definitiva es el fin y tu ya no puedes
disfrutar de esas pequeñas cosas que curiosamente es lo que más te gustaría en
el mundo, te das cuenta que el vivir son miles de pequeñas cosas y seguramente
las más importantes son las que menos caso les ha hecho, posiblemente habrás
estado liado gran parte de tu vida en estupideces y lo peor de todo que has
sido tú el que se ha liado solo y no has parado de echar la culpa a los demás,
que equivocado estabas y ahora no tiene
ninguna solución.
Y es ahora que la primera puerta se abre y enciende las luces de su recinto
y te adentras y empiezas a ver las cosas sin máscaras, empiezas a desnudarte de
tus mentiras y empiezas a entender y a pedir perdón por los errores y las cosas
malas que has hecho, te quitas tus traumas y complejos y los dejas ordenados en
la primera estantería que es la única que está vacía, sonríes porque al fin de
cuentas son cosas tuyas, apagas la luz y entonces cierras la puerta
definitivamente.
Te acercas a la segunda puerta y ésta la abres tu, es un paraje ya desierto,
abandonado, con tus estatuas en jardines asilvestrados, la gloria y la pompa de
antaño convertidos en un recuerdo que se está borrando, la inmortalidad no
existe y es un problema, el que lo ha conseguido todo lo va a perder todo y el
que no ha conseguido nada se va sin nada, ironías, el maravilloso y brutal
jardín de nuestro “yo” que tanto hemos cuidado y mimado desparecerá con
nosotros… no es justo, o ¿sí?
Finalmente un buen día nos vamos y dejamos un hueco irreemplazable en
nuestros seres queridos y es aquí donde radica nuestro mayor error, no morimos
en ese instante, moriremos el día en que dejen de recordarnos… algunos morirán
al unísono con su cuerpo y otros durarán generaciones en las mentes de sus seres
queridos,
Es otra manera de estar presente… otra
manera de vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No repares en comentar, que por decir que no quede tu disconformidad o tu adhesión inquebrantable, el no exponer este espacio quedará simplemente vacío, como un voto en blanco...