Buscar el equilibrio en la pareja es una misión muy compleja, es un mecanismo
de precisión, de sofisticado encaje, es unir algo tibio, curvo y delicado con
algo lineal, frio y tosco.
No nos engañemos, tenemos que convivir en una tormenta constante, a veces
divertida y emocionante y otra tediosa, agobiante, navegación de mera
supervivencia, para no hundirnos. Es en este vaivén donde se conjuga todo lo
hablado, si hay equilibrio todo irá bien, el hartazgo, la desidia y lo que
simplemente a veces no nos gusta de nuestra pareja se suplirá con el afecto y
el conocimiento de nuestra relación.
Entonces, ¿dónde está el problema? si has leído lo escrito está por todas
partes, lo peor de todo es que cuando una relación no funciona ¡una de las
partes ya lo sabe desde un principio! Y la otra ignorante de sentimientos es
engañada vilmente. ¡Escucha bien lo que acontecía a tu acompañante!; la primera
puerta de vez en cuando soltaba esa pestilencia en sus sentimientos, algo la
activaba, puede ser que vislumbrase el
motivo sin problema o que no supiera el porqué, pero aun así tu pareja ha
forzado la puerta en esos momentos para que se cerrase… y el día en que se
abrió la puerta totalmente todo salto por los aires. También la segunda puerta
tiene algo que decir, tu “amor” entró a escondidas una y mil veces con la
balanza de vuestra relación y en su parte comenzó a poner pros y en tu plato a poner contras, sin decirte nada,
cobardemente, hasta que se lo creyó, se ha llenado de razones, y sin más explicaciones
ha salido por la puerta de atrás y ha cortado amarras sin más, en su triste
barco… hacia otra estúpida tormenta.
Lobos disfrazados de corderos, corderos asesinos, lobos dóciles ¿quién es
quién?, comienzas una relación te encierras en la convivencia, laberinto
extraño, lleno de misterios ¿vas acompañado?, ¿ves las puertas de tu pareja?,
¿están muy disimuladas?, ¿te has acercado y son enormes?, continuas avanzando
llegas a un claro llenos de espejos, son espejos de vuestra realidad, ahí se os
ve desnudos del alma, muchos corren despavoridos, no quieren ver y los que se
atreven a mirar la relación pueden llegar a ver a su pareja ínfima, pequeña,
ridícula pero el miedo nos hará ciegos emocionales y seguiremos insistiendo, forzando
la relación con nuestro acompañante hasta que nos demos cuenta que estamos
perdidos en el laberinto de nuestros sentimientos y lo peor de todo es que nos
dejen solos y aturdidos en lo más profundo del entramado de nuestro ser
habiéndolo visto y no haber hecho nada salvo hundirnos.
Hundirnos en un laberinto, yermo, sin
agua…
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