martes, 28 de junio de 2016

BUD SPENCER QUE ESTAS EN LOS CIELOS



Mi infancia tardía y mi primera adolescencia aconteció en una sala de cine en Madrid los cines “Espronceda”, “Cristal”, “Europa” y otros tantos que ya no recuerdo por Bravo Murillo, eran templos decadentes, rancios, con un olor extraño pero a la vez transmitían potencia, ilusión, eran simplemente mágicos y allí entrábamos mi primo Miguel Ángel y yo.

La sala oscura, sonido enlatado y un extraño hombre con una linternita nos recibía y nos llevaba hasta donde debíamos sentarnos a ver otros mundos y eso hacíamos, con suerte la copia que se filmaba estaba en buenas condiciones y la película no tenía demasiada lluvia, o no tenía cortes  sin sentido en donde una escena pasaba a otra sin más o en medio de una frase se comía tres palabras y quedaba una conversación “rara”, también de vez en cuando la pantalla se quedaba en blanco y la gente empezaba a gritar ¡la película!, e imagino que detrás de aquel misterioso agujero por donde salía una luz blanca inmaculada debía de haber alguien que somnoliento (porque tardaba un rato)  arreglaba lo que tuviese que arreglar.

Recuerdo que en todos ellos había un cutre bar, no había palomitas, lo recuerdo como un bar de carretera de los antiguos, solía estar en la entreplanta eran decadentes, con poca luz, tristes, muy limitados, a lo sumo una bolsa de patatas y una coca-cola en vaso duralex, sin hielo, sin limón, sin alma.

Entáabamos de día y salíamos de noche, era la doble sesión de películas antiguas o éxitos de hace años o películas de serie “B” absurdas, ridículas, admirables.

 Los sábados alternos mi tía “Diosa” María Matilde nos llevaba a ver los estrenos correspondientes del mes, inmensas colas en cines de mas caché, “Fuencarral”, “Palacio de la Música”, un estreno de cine era lo más, “El coloso en llamas”, “Poseidón”, “La guerra de las Galaxias” no os podéis ni imaginar la sensación que causaba, salías del cine haciendo un plan de prevención de incendios para el edificio en el que vivías, creías que te ibas a ahogar en la bañera  o simplemente querías viajar por la galaxia, eso sí en tu Renault 12.

No sería justo no hablar de mi amada Lisboa, aquí mi fiel acompañante era mi primo Titinho y eso era otra historia, Portugal unida por lazos estrechos a Inglaterra vivía a años luz de España en cuestiones audiovisuales, estrenaba al menos seis meses antes que en España, aquí había dos tipos de cines las enormes señoriales salas de cine y luego otros más íntimos, recuerdo  uno en frente a la casa de mi abuela que bajabas unas escaleras y tenía como un restaurante a la entrada…  y después la sensación única de ver las películas en versión original subtitulada que era algo mágico, increíble, los cines “Londres”, “Monumental”, “Roma”, incluso en verano en una ciudad costera del norte de Portugal “Figueira da Foz”, el cine proyectaba una película distinta diaria y yo las veía todas, no faltaba ni a una, vivía en dos mundos dentro de otros mundos, era la magia del cine.

Y en todas estas vivencias ahí estaba siempre él,  Bud Spencer, magnánimo, inmenso, brutal, lo llenaba todo, esa cara que ocupaba toda la pantalla, ese gesticular de cejas, esos enormes mofletes que hinchaba como globos, ese mirar para un lado con desesperación, ese andar liviano para una mole tan grande, esas manos que parecían sartenes de 26 cm que incomprensiblemente cuando las usaba dando tortas sonaban todas así “Plaf”,  yo me reía y le adoraba, sonreía en cuanto aparecía por primera vez, daba paz, sabías que los malos con él por ahí rondando nunca se atreverían a tocarte.

Podía ver una película suya varias veces, incluso en los cines de doble sesión hacía triple y volvía a verle como le cascaba a los malos en compañía de ojos azules “Terence Hill”, era la pareja perfecta de amigos, dos caracteres distintos que se necesitaban, que se compenetraban, al final de sus películas cada uno por su lado, pero te era indiferente, sabias que en la siguiente película estarían juntos y si no era así, veías de nuevo una de las antiguas, me encantaban, les quería de verdad…

Luego creces, aparece el vídeo que mata a las salas de cine de antaño, que mata  otra manera de ver el cine  y  sigues creciendo y todo cambia y refinas el gusto por una buena película incluso te gustan películas que no gustan a nadie, buscas cosas, miras a través del visor de la cámara, entiendes lo inentendible, pero siempre, repito siempre estará Bud Spencer en todas las películas que vea, dándome tranquilidad y cariño.

Querido Bud  hoy me he ido un poco contigo, tendré más cuidado con los malos que me podrán pegar porque no estás ya aquí, porque tú allá donde estés impondrás orden y protegerás al desvalido y harás el bien, que es lo tuyo, te quiero Bud.

La muerte es esto, por eso ¿y si no nos enfadamos?,  una lágrima se me ha escapado escribiendo sobre mi amigo, adiós hasta pronto, buen viaje…


Y mi Oscar particular que es el más importante es para ti, hermano de la Trinidad….

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