Tenía los
ojos abiertos y no recordaba nada, debía tener la cara apoyada en algún sitio
pues la visión de su ojo izquierdo no era clara, parecía como si la mejilla
le presionase y eso le daba una visión incompleta. En frente suyo a media
distancia había una estantería muy limpia llena de latas de tomate en conserva,
todas perfectamente colocadas. Intentó moverse, pero no podía, pensó “voy al
levantarme” pero nada sucedía, intentó hablar, pero tampoco funcionó apenas
salía un hilillo de aire de su interior, era extraño no le dolía nada, pero al
mismo tiempo nada sentía y eso le puso muy nerviosa.
“Conservas
Alonso” leyó, no se podía mover, pero ahora a diferencia de la última vez que
tuvo consciencia sí que oía, no muy bien, pero le pareció que detrás de ella
debía haber una puerta porque escuchaba gente hablar, eran diferentes personas
que en espacio breve de tiempo hablaban animadamente con un mismo hombre.
Bajó un poco
la mirada y vio un vestido de mujer doblado, encima le pareció ver como ropa
interior también doblada y todo coronado por unos botines de piel negros muy
limpios, relucientes y con la particularidad que en el tacón tenía labrado en
chiquitito una cruz peculiar.
Recordó a su
padre abrazándola con toda su fuerza y sintió su gran cuerpo dándole ese
confortable calor que tanto le gustaba, se separó de ella, se dio la vuelta y
le dijo, “toma hija, el viaje a las Américas va ser muy largo, papá te ha hecho
estos botines y para que no te olvides nunca de mí te he grabado una pequeña
Cruz de la Victoria en los tacones para que te protejan”.
Aterrada
volvió a mirar y allí estaban sus zapatos, pensó y reconoció también su ropa,
¿Por qué estaba viendo su ropa?, ¿estaba desnuda?, ¿porqué no se podía mover?,
¿por qué no podía gritar?, no le estaba gustando nada la situación, sentía que
estaba en peligro pero no se acordaba de nada, movió los ojos e intuyó
que estaba tumbada boca abajo encima de una mesa grande y se puso a llorar
aunque de sus ojos no salió ni una mísera lágrima.
Se asustó,
detrás de ella escuchó la voz de un hombre
- La muy
puta, entre sus pertenencias apenas traía dinero, algo de oro en el típico
doble fondo de una de las maletas y nada más.
- ¡Mira que
te dije que fueras a por la vieja, esa seguro que sí traía dinero y oro! – dijo
una mujer
Entonces
recordó que nada más desembarcar y salir de la zona portuaria un hombre amable
se le acercó y le ofreció una habitación a módico precio, incluso podría
salirle gratis si le ayudaba en el pequeño colmado que regentaba junto a su
mujer a escasos cien metros de donde se encontraban.
- Voy a
afilar la hacheta, tengo que cortar y meter todo el cuerpo en las bolsas a
media noche y partir cuando ya los guardias estén dormidos, no me vaya a pasar
como la última vez que uno me paró y casi me abre el cargamento, menos mal que
me conocía y al final me dejó pasar si no estaríamos ahora ahorcados y muertos.
Lo último
que recordaba es que estaba subida a una escalera colocando género y nada más,
¿para qué iba a afilar una hacheta?, ¿de qué cuerpo hablaba?, recordó que en su
maleta había un doble fondo con oro, ¡Dios mío era ella!, ya lo comprendía todo
sin saber ni cómo ni por qué estaba inmovilizada desnuda sobre una mesa y ¡la
iban a descuartizar!
¡Papá!
¡Mamá! ¡Ayudadme!, ¡no quiero morir!, ¡no se puede acabar de una manera tan vil
y por tan poco!, miró aterrada y allí frente a ella la tendera la miraba
fijamente.
- Justino,
¿tú estás seguro que la niña está muerta?
- ¿se mueve
o habla?
- Pues no,
tienes razón – quito con delicadeza la ropa de la mesa, vio como cogía su brazo
y lo estiraba – como vas a empezar por los brazos le voy a cerrar los ojos
porque la muy jodía parece que está todavía viva y me da pena.
Y todo se
hizo de noche y recordó allá en su Asturias natal cuando su amada madre la
tapaba al acostarse y esa agradable sensación cuando cerraba los ojos en su
confortable cama…
ZASSS
- ¡Cuidado
Justino, manchaste las latas de tomate!
- con la
sangre parece que se rompió una lata de arriba- comenzaron a reír…
No sentía
dolor físico, pero sintió el mal cerca de ella, el oír tantas barbaridades,
tanta crueldad acabó por matar su espíritu antes que su cuerpo.
Recogió sus
botines para que le dieran suerte en su nuevo viaje, ya no tenía miedo partiendo
en paz de este miserable mundo.
- ¡Papá!,
¡Mamá! ¡os quiero!...
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