Despierto a diario con la sensación de no hacer nada y la
nada que absorbe te hace creer que eres algo y ese algo te llama desde el
abismo del haberlo hecho todo que de nada sirve.
Y observas que en el lento devenir de tu invento todo
avanza muy deprisa mientras que tú no avanzas, museo de cera, figuras inmóviles.
Todo se mueve en la máquina diabólica del día a día, las
piezas encajan y aquello que funciona no te necesita y tú te lo crees y engrasas
tu máquina ahogada ya en aceite.
Y las hojas del
calendario pasan, pasan y pasan, te marcan el tiempo de tu lenta condena, te
indican el paso de un oscuro camino.
Pero hay que luchar y aprender a navegar contra el
viento, izar o plegar las velas dependiendo del momento, no nos podemos parar,
si lo hacemos nos hundimos.
Y el hundirse es cosa de otro momento, pues seguimos
siendo los mismos, puedes reír, puedes amar, mira a los que te rodean y anímales,
se tu su ejemplo de luchador constante.
Y los pequeños éxitos que vayas logrando por pequeños que
sean enmárcalos en tus paredes, celébralo como un premio de lotería, date
grandes parabienes.
Y todos esos “no”, todo ese vacío que te rodea, todos
esos pequeños fracasos, toda esa incomunicación hay que darle la vuelta y
tomarlo como impulso…
Por eso amigo mío se fuerte en la tormenta, márcate un
rumbo y navega hacia él, que el tiempo
pasa deprisa, la quilla rompe las olas y
tu marcas el ritmo de vivir tu vida.
Y ese es el secreto, vive la vida que tienes, disfrutando
de todos sus momentos y sigue andando amigo que es ese el único sentido,
caminar por el camino.
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Dedicado a Javier y Agustín que han creído en mí y me han
dado un barco para surcar los océanos y a mi amigo José Antonio, ¡ánimo!, tarde
o temprano se vuelve a navegar…
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